domingo, 12 de septiembre de 2021

EJERCITAR LOS SENTIDOS


 

            Ahora que estamos a punto de comenzar un nuevo curso pastoral, sería muy importante abrir todos nuestros sentidos. Precisamente el evangelio del pasado Domingo XXIII del Tiempo Ordinario (7, 31-37), concretamente Marcos, nos hablaba del sordomudo que fue curado por Jesús. El Señor mismo animaba a este hombre, le exhortaba, a abrirse (effetá): a abrir especialmente sus oídos. Para que escuchando la Palabra del Señor, fuerte y convincente, pudiera comenzar a articular palabras que suenen también como Palabra de Dios.

            Este ejercicio que recomiendo, especialmente, al principio del curso, nos invita a los catequistas, a los catequizandos, a todos los miembros de la Iglesia, a crear en nosotros una disposición para acoger la Palabra de Dios, que es actual, y gracias al Espíritu que la inspira, nos mostrará el camino de la vida cristiana hoy. Si nos abrimos a la acción del Espíritu Santo con la disposición de quien desea dejarse hacer, así como si desarrollamos la dimensión contemplativa de nuestras personas, podremos disfrutar de la bendición de Dios en cada cosa, en cada persona, etc.

            Se trata, pues, de coger aire, llenar los pulmones, inhalar con todas nuestras ganas el olor de Dios, que dará vida a la misión evangelizadora de la Iglesia, de la cual nosotros somos también partícipes. 

            El oído para escuchar, la Palabra de Dios, viva y eficaz, e iluminar con ella la realidad concreta que vivimos.

            El olfato para acompañar los procesos de discernimiento en el acompañamiento de tantas personas que Dios nos ha puesto delante, todos aquellos que están en el camino de la Iniciación cristiana, en el proceso de conversión de la no fe a la fe.

            El gusto por hacer bien las cosas, con celo apostólico, con mimo, sin esperar nada a cambio, sin tiempo, sin esperar valoraciones positivas, sin pensar que lo hacemos porque nos están mirando, con ánimo y alegría.

            El tacto que es tan importante para saber tratar, para mostrar al mundo la alegría que produce creer en Jesús.

            La vista contemplativa que ayuda a reconocer la presencia de Dios en cada cosa, en cada persona, en cada situación, etc.

            Incluso podríamos desarrollar el sexto sentido del que a veces se habla posee la mujer: el de la intuición para que como tantos santos, por estar muy en comunión con Dios, nos adelantáramos incluso a nuestro tiempo.

            Sensibilidad siempre hace falta para reconocer la presencia de Dios, que no está en el ruido ni en lo grandioso, sino en el silencio elocuente de quien saber reconocer a Dios en todo y en todo a Él.

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