Queridos catequistas:
Si la catequesis es mediación, vosotros sois los mediadores. Sin vosotros no sería posible el diálogo que se establece entre los dos interlocutores que en ella se comunican: el amor de Dios, manifestado en su Hijo Jesucristo, y todos aquellos que le han conocido por el don de la fe y necesitan ahondar en esa maravillosa relación en la que, por gracia, han tenido la suerte de participar. En ese maravilloso diálogo vosotros sois mediadores activos: sois testigos de la fe para aquellos a los que acompañáis en la catequesis.
Cada uno de vosotros encarnáis la experiencia cristiana que invitáis a hacer en la catequesis. Eso supone que en cada uno de vosotros se ha plasmado la fe pensada, celebrada, vivida y rezada y, sobre todo, que la fe que profesáis con vuestros labios ha pasado por el corazón. No podríais ser catequistas si la fe que compartís no hubiera hecho previamente el diseño de vuestra vida cristiana; es decir, si no ha iluminado nuestra razón, si no ha ido creando en nosotros una profunda mentalidad evangélica, si el amor de Cristo no es el motor de vuestros actos, si la fe no es la verdad que alegra vuestra vida. Damos lo que somos y ofrecemos lo que nos ha sido dado. La sabiduría cristiana no se puede improvisar; proviene de la experiencia milenaria de la vida de la Iglesia, pero actualizada en la vida de cada catequista.
En efecto, la fe que trasmitís es la fe de la Iglesia; es la Iglesia la que os envía y es en ella, en su misión, donde acompañáis a otros en su madurar como cristianos. Colaboráis con la Iglesia doméstica, con la familia, y lo hacéis en vuestras comunidades cristinas. En las parroquias compartís la misma fe que profesaron los apóstoles, la que se ha ido enriqueciendo a lo largo de la historia y la fe común que compartimos fielmente los católicos de este tiempo. Sois testigos de un saber, de un celebrar, de un vivir, de un rezar común. Y lo hacéis porque os sentís llamados por el Señor a asumir esta responsabilidad.
Eso implica que habéis de tomaros muy en serio vuestra preparación para la tarea que se os ha encomendado. Esa tarea, como sabéis muy bien, es muy rica y abarca diversas facetas: es doctrinal, es pedagógica y también es espiritual. La formación doctrinal la actualiza el catequista con una asimilación en profundidad del Catecismo de la Iglesia Católica, que os ha de ayudar en la actualización de vuestro conocimiento de la fe. En él os adentráis en el credo, los sacramentos, la vida cristiana y la oración, que son los cuatro pilares sobre las que se asienta una formación integral de la vida de fe. Sin habernos empapado de la fe que propone el catecismo, no podemos transmitir la fe de la Iglesia con toda garantía. En sus páginas se recoge completa la iniciativa amorosa de Dios en nuestro favor.