domingo, 21 de febrero de 2021

ETAPA DE MONTAÑA

 

        


    
Hace unos días que hemos comenzado la Cuaresma, tiempo litúrgico que nos prepara para la celebración de la Pascua.

            La Pascua es el momento cumbre cada año; la cima de la carrera que recorremos como cristianos. Distintas metas volantes hay a lo largo de esta “etapa de montaña”: cinco domingos que nos ofrecen un itinerario cuaresmal y un domingo de ramos, pórtico por el que nos introducimos en una semana fuerte de pasión. Al final, como colofón, un triduo intenso que nos explaya el centro de nuestra fe: la pasión, muerte y resurrección del Señor.

            Este itinerario es exigente, requiere un entrenamiento que precisa abnegación, mortificación, sacrificio, constancia y resistencia. Y en la mochila un buen avituallamiento que nos alimente y nos aporte fuerza: humildad, caridad, disponibilidad, dejarse acompañar, misericordia, silencio, agradecimiento, contemplación, adoración, Palabra de Dios, oración, lectio divina, examen de conciencia, austeridad, conversión, amor, servicio, entrega, verdad, celo apostólico, desierto, etc. en definitiva intimidad con Dios. El sacramento cuaresmal sugiere el estilo de la vida cristiana: “Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos” (Secuencia de Pentecostés).

Realmente la cuaresma ejercita en la vida interior, y, sí, hay que entrenar. Es un tiempo exquisito que demanda de nosotros transparencia y honradez. En nuestro interior hay una piedra preciosa que conviene descubrir y sacar brillo; dentro de nosotros mismos hay un caudal tan valioso y que puede enriquecernos de tal manera, que en descubrirlo consiste nuestra tarea.

            Cuando seamos capaces de vaciarnos de las demandas tentativas del tener, dejaremos hueco para el ser, cuando antepongamos buscar a Dios en vez de a nosotros mismos, seremos idóneos para encontrarlo, amarlo, servirlo y celebrarlo.

            Por ejemplo, sintonizando con la pasión del Señor, contemplando, sin necesidad de correr para quemar una etapa, sino con el deseo de sentir en nuestras propias carnes la humanidad de Dios que se expresa en el ejercicio del Viacrucispuede aportarnos referentes y estímulos, motivos para creer. A Cristo le duele la cruz, le duele nuestra cruz.

            El “premio” de la montaña se lo llevarán aquellos que hayan luchado contra las inclemencias y hayan salido triunfantes en el combate diario de la fe. Esos sí que podrán responder en la Noche Santa, no a modo de respuesta hecha, sino desde el convencimiento: “Sí, renuncio. Sí, creo”. ­­­­­

sábado, 20 de febrero de 2021

Homilía de Juan García para Misas con niños - Domingo 1 de Cuaresma - Ciclo B


 Lecturas: Gn 9,8-15 Sal 24 1ª P 3,18-22 Mc 1, 12-15

Génesis: Dios le dijo a Noe y a sus hijos: Yo hago un pacto con vosotros y vuestra descendencia, con todo lo que vive. Ya no volverá a haber diluvio que mate la vida sobre la tierra. Y la señal será el arco iris, cuando lo vea me acordaré de mi promesa.

Salmo 24: Tus sendas Señor son misericordia y lealtad para los que guardan tu alianza. Enséñame tus caminos. Instrúyeme, con ternura..

1ª Pedro: Cristo murió para salvaros a todos de la muerte. Ahora la salvación viene del bautismo.

Marcos: El Espíritu llevó a Jesús al desierto para que fuera tentado por el diablo durante cuarenta días. Los ángeles le servían. Y cuando se cumplió el plazo se marchó a galilea y se puso a predicar: El reino de Dios está cerca, convertíos y creed en el evangelio.

 

NECESITAMOS: Una pizarra donde vamos a ir escribiendo los errores que cometemos y luego los borraremos para que se quede limpia.

·                     Si un cobarde no quieres aparentar, a quien te dé un tortazo, tú ocho le darás. (vengativo)

·                     Si un chulito quieres ser…. Tienes que fumar y beber. (Chulito)

·                     Qué tontería es estudiar….. no hagas nada, diviértete.. y a jugar y jugar. (Perezoso)

·                     Es una tontería compartir,,, lo tuyo y lo de todos que sea solo para ti. (egoísta)

·                     Es una tontería obedecer… haz siempre lo que te apetezca hacer. (desobediente)

·                     Si la felicidad quieres encontrar… vete a Hipercor, compra mucho y la encontrarás. (caprichoso)

HOMILÍA

1) Estamos en el 1º Dgo. de Cuaresma, desde el Miércoles nos veis con el color Morado: este color simboliza preparación espiritual y penitencia, ante los momentos importantes del año. Se usa en Adviento y en Cuaresma, tiempos de preparación para la Navidad y la Pascua … ¿Quién sabe lo que es la Cuaresma? ..

a) son los 40 días que van desde el Miércoles de Ceniza hasta el Triduo Pascual que termina con el Domingo de Resurrección con la gran noticia que Jesús ha resucitado, que el final de la vida no es la muerte sino la resurrección

a) ¿Y para qué sirve este tiempo? …. para prepararnos…

b) ¿Cómo? Convirtiéndonos, o sea, reconociendo nuestros pecados y lavándonos por dentro, limpiándonos el corazón y el alma.

c) Si todos los días nos lavamos, pero mucho más ante un gran acontecimiento (1ª comunión, boda, bautizo, fiesta del santo patrón), tenemos que prepararnos y limpiarnos ante el mayor de todos los acontecimientos que es la Resurrección de Cristo, signo de nuestra resurrección.

2) ¿Y de qué son esas manchas en el alma esos pecados o esos fallos de los que tenemos que limpiarnos?, las manchas que nos quedan en el alma cuando dejamos que nos venzan las tentaciones que cada uno de nosotros tiene cada día.

a) Fijaros en las tentaciones que diariamente nos atacan en la vida por ejemplo: (cada niño lee en voz alta uno de estos lemas)

i) Si un cobarde no quieres aparentar, a quien te dé un tortazo, tú otro le darás.

ii) Si un chulito quieres ser…. Tienes que fumar y beber.

iii) Qué tontería es estudiar….. no hagas nada, diviértete.. y a jugar y jugar.

iv) Es una tontería compartir,,, lo tuyo y lo de todos , que sea solo para ti.

v) Es una tontería obedecer… haz siempre lo que te apetezca hacer.

vi) Si la felicidad quieres encontrar…  compra mucho y la encontrarás

b) Estos lemas nos van diciendo, que es fácil caer en las tentaciones de la vida normal y tratan de convencernos de ser personas esclavas del consumo, vengativos, egoístas y cómodos.)

3) Las tentaciones no son malas, fijaros que en el evangelio es el mismo Espíritu quien lleva a Jesús al desierto, al lugar de la prueba.

a) ¿Cuál sería para nosotros nuestro desierto? … la vida misma que va poniendo ante nosotros pruebas, ante las cuales tenemos que decidir entre hacer el bien o el mal…entre dejarnos llevar por el amor de Dios o por el demonio que nos quiere convencer hacia el mal (vocecitas en la mente)

4) Pero no dejarnos llevar por las tentaciones no es cosa fácil.

a) Si para ser un gran deportista como: Gasol, Nadal, Messi, Alonso; hay que entrenar diariamente, tener una dieta equilibrada… si para hacer una carrera hay que esforzarse estudiando diariamente…..

b) Para ser cristiano también hay que esforzarse continuamente, no es fácil hay que luchar para no caer en las tentaciones y seguir siendo fiel  a Jesucristo.

4) ¿Y cuando nos ensuciamos qué hacemos?  Limpiamos el cuerpo … duchándonos con tres elementos: agua, champú y gel.

a) ¿Y cómo nos limpiamos el alma?.. reconociendo nuestros pecados y fallos mediante el sacramento de la Reconciliación o la confesión. Que es nuestra ducha del alma, y también con tres elementos: la oración, el ayuno y la limosna.

b) Y Dios borra la pizarra de nuestros pecados y nos quedamos limpios, y además como Dios tiene tan mala memoria para nuestros pecados , se le olvidan para siempre…

5) Pidamos a Dios en la comunión fuerza para seguir luchando contra las tentaciones, recemos y ayudemos a los demás para poder ir construyendo aquí y ahora el reino del amor.

 

martes, 16 de febrero de 2021

CALENDARIO - CUARESMA 2021


 

MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO - CUARESMA 2021

 

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2021

«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén…» (Mt 20,18).
Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad.

 

Queridos hermanos y hermanas:

Cuando Jesús anuncia a sus discípulos su pasión, muerte y resurrección, para cumplir con la voluntad del Padre, les revela el sentido profundo de su misión y los exhorta a asociarse a ella, para la salvación del mundo.

Recorriendo el camino cuaresmal, que nos conducirá a las celebraciones pascuales, recordemos a Aquel que «se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2,8). En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el “agua viva” de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo. En la noche de Pascua renovaremos las promesas de nuestro Bautismo, para renacer como hombres y mujeres nuevos, gracias a la obra del Espíritu Santo. Sin embargo, el itinerario de la Cuaresma, al igual que todo el camino cristiano, ya está bajo la luz de la Resurrección, que anima los sentimientos, las actitudes y las decisiones de quien desea seguir a Cristo.

El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante.

1. La fe nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas.

En este tiempo de Cuaresma, acoger y vivir la Verdad que se manifestó en Cristo significa ante todo dejarse alcanzar por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite de generación en generación. Esta Verdad no es una construcción del intelecto, destinada a pocas mentes elegidas, superiores o ilustres, sino que es un mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la inteligencia del corazón, abierto a la grandeza de Dios que nos ama antes de que nosotros mismos seamos conscientes de ello. Esta Verdad es Cristo mismo que, asumiendo plenamente nuestra humanidad, se hizo Camino —exigente pero abierto a todos— que lleva a la plenitud de la Vida.

El ayuno vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento. Haciendo la experiencia de una pobreza aceptada, quien ayuna se hace pobre con los pobres y “acumula” la riqueza del amor recibido y compartido. Así entendido y puesto en práctica, el ayuno contribuye a amar a Dios y al prójimo en cuanto, como nos enseña santo Tomás de Aquino, el amor es un movimiento que centra la atención en el otro considerándolo como uno consigo mismo (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 93).

La Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle “poner su morada” en nosotros (cf. Jn 14,23). Ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones —verdaderas o falsas— y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que viene a nosotros pobre de todo, pero «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14): el Hijo de Dios Salvador.

2. La esperanza como “agua viva” que nos permite continuar nuestro camino   

La samaritana, a quien Jesús pide que le dé de beber junto al pozo, no comprende cuando Él le dice que podría ofrecerle un «agua viva» (Jn 4,10). Al principio, naturalmente, ella piensa en el agua material, mientras que Jesús se refiere al Espíritu Santo, aquel que Él dará en abundancia en el Misterio pascual y que infunde en nosotros la esperanza que no defrauda. Al anunciar su pasión y muerte Jesús ya anuncia la esperanza, cuando dice: «Y al tercer día resucitará» (Mt 20,19). Jesús nos habla del futuro que la misericordia del Padre ha abierto de par en par. Esperar con Él y gracias a Él quiere decir creer que la historia no termina con nuestros errores, nuestras violencias e injusticias, ni con el pecado que crucifica al Amor. Significa saciarnos del perdón del Padre en su Corazón abierto.

En el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación. El tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos (cf. Carta enc. Laudato si’3233;4344). Es esperanza en la reconciliación, a la que san Pablo nos exhorta con pasión: «Os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20). Al recibir el perdón, en el Sacramento que está en el corazón de nuestro proceso de conversión, también nosotros nos convertimos en difusores del perdón: al haberlo acogido nosotros, podemos ofrecerlo, siendo capaces de vivir un diálogo atento y adoptando un comportamiento que conforte a quien se encuentra herido. El perdón de Dios, también mediante nuestras palabras y gestos, permite vivir una Pascua de fraternidad.

En la Cuaresma, estemos más atentos a «decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian» (Carta enc. Fratelli tutti [FT], 223). A veces, para dar esperanza, es suficiente con ser «una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia» (ibíd., 224).

En el recogimiento y el silencio de la oración, se nos da la esperanza como inspiración y luz interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión: por esto es fundamental recogerse en oración (cf. Mt 6,6) y encontrar, en la intimidad, al Padre de la ternura.

Vivir una Cuaresma con esperanza significa sentir que, en Jesucristo, somos testigos del tiempo nuevo, en el que Dios “hace nuevas todas las cosas” (cf. Ap 21,1-6). Significa recibir la esperanza de Cristo que entrega su vida en la cruz y que Dios resucita al tercer día, “dispuestos siempre para dar explicación a todo el que nos pida una razón de nuestra esperanza” (cf. 1 P 3,15).

3. La caridad, vivida tras las huellas de Cristo, mostrando atención y compasión por cada persona, es la expresión más alta de nuestra fe y nuestra esperanza.

La caridad se alegra de ver que el otro crece. Por este motivo, sufre cuando el otro está angustiado: solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidad… La caridad es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión.

«A partir del “amor social” es posible avanzar hacia una civilización del amor a la que todos podamos sentirnos convocados. La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos» (FT, 183).

La caridad es don que da sentido a nuestra vida y gracias a este consideramos a quien se ve privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano. Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y de felicidad. Así sucedió con la harina y el aceite de la viuda de Sarepta, que dio el pan al profeta Elías (cf. 1 R 17,7-16); y con los panes que Jesús bendijo, partió y dio a los discípulos para que los distribuyeran entre la gente (cf. Mc 6,30-44). Así sucede con nuestra limosna, ya sea grande o pequeña, si la damos con gozo y sencillez.

Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19. En un contexto tan incierto sobre el futuro, recordemos la palabra que Dios dirige a su Siervo: «No temas, que te he redimido» (Is 43,1), ofrezcamos con nuestra caridad una palabra de confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como a un hijo.

«Sólo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados en su inmensa dignidad, respetados en su estilo propio y en su cultura y, por lo tanto, verdaderamente integrados en la sociedad» (FT, 187).

Queridos hermanos y hermanas: Cada etapa de la vida es un tiempo para creer, esperar y amar. Este llamado a vivir la Cuaresma como camino de conversión y oración, y para compartir nuestros bienes, nos ayuda a reconsiderar, en nuestra memoria comunitaria y personal, la fe que viene de Cristo vivo, la esperanza animada por el soplo del Espíritu y el amor, cuya fuente inagotable es el corazón misericordioso del Padre.

Que María, Madre del Salvador, fiel al pie de la cruz y en el corazón de la Iglesia, nos sostenga con su presencia solícita, y la bendición de Cristo resucitado nos acompañe en el camino hacia la luz pascual. 

Roma, San Juan de Letrán, 11 de noviembre de 2020, memoria de san Martín de Tours.


CUARESMA 2021






 

miércoles, 3 de febrero de 2021

ESPÍRITU


 


         En la celebración de la Eucaristía, en el momento de la consagración, el sacerdote extiende o impone sus manos sobre los dones de pan y vino, al tiempo que invoca al Espíritu Santo para que descienda sobre las ofrendas y estas se conviertan en vida del Señor: su cuerpo y su sangre.

         También al final de la Misa, el sacerdote vuelve a invocar al Espíritu Santo pero esta vez para que descienda sobre el Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, Iglesia en inminente salida. “Entramos en la iglesia para adorar y salimos para servir”. Los que participamos en la Eucaristía somos enviados por el mismo Espíritu, alentados por Él, para ir por el mundo en su nombre: anunciando y bendiciendo su nombre. Así pues, nos deberíamos de convertir en lo que comulgamos y escuchamos, digiriéndolo junto a nuestra vida, con sus temores y esperanzas, y también la de aquellos que están próximos a nosotros. ¿Qué preparación realizamos para celebrar este gran Misterio? ¿De dónde venimos y a dónde vamos? ¿Cómo salimos de nuestras iglesias? ¿Con qué propósitos?

Esta es la llamada constante a la Santidad que recibimos y que nos llegan como “oráculos” a través de muchas mediaciones de las que el Señor se sirve. Ojalá no seamos “sordos a Su llamada sino prestos y diligentes en cumplir Su santísima voluntad” (San Ignacio de Loyola, EE n. 91). Ojalá todos seamos conscientes y practicantes del gran Don que Dios nos ofrece y aprovechemos su capacidad transformante. Permitanme el símil: pasemos de la simple visita, a vivir con.

         Últimamente, miro a mi comunidad cristiana y veo cierto apagamiento, tristeza de semblante, preocupación por el presente y el futuro incierto. Y cierro los ojos como para invocar con más ímpetu si cabe al Espíritu, para que aliente nuestras vidas y nos devuelva el ardor misionero. Necesitamos salir de la caverna que nos confina en la oscuridad, acostumbrados a lo que surja, necesitamos ver el sol con nuestros propios ojos y que las sombras no nos engañen más.

         En este sentido, todos nosotros, especialmente los adultos, necesitamos ser renovados en el interior, para que el Espíritu nos refresque la mente y nos devuelva la fogosidad espiritual del corazón, que sintamos de parte de Dios una palmada en la espalda que nos anime y llene de esperanza. 

Nuestro mundo está pidiendo a gritos esperanza, ¿a qué esperamos los cristianos para contagiar la esperanza cristiana?