miércoles, 11 de julio de 2018

AULA DE VERANO PARA CATEQUISTAS

Hace una semana que volvimos los diez catequistas de Valladolid que participamos en el Aula de Verano de Catequistas en Ávila. En total participamos 65 catequistas de toda la Región del Duero - Iglesia en Castilla. El lugar de las mismas fue el Seminario Diocesano de Ávila, por cierto, muy adecuado para este tipo de encuentros, que siempre nos saben a poco porque cuando queremos empezar en materia ya es la hora de marchar, pero no por ello dejamos de animar a participar. Realmente es triste que no nos movilicemos más. Como catequistas tenemos el deber moral de formarnos, la misión que realizamos lo requiere; no podemos sobrepasar por temas y darlos como si fueran una lección.


Comenzamos con la oración dirigida por Ciudad Rodrigo y después presentación del encuentro por parte de la diócesis de Burgos, en el que se hizo un repaso a los últimos encuentros regionales en los que el tema de la Catequesis y la Familia ha estado presente a la luz de la exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia

Don Abilio Martínez Varea, obispo de Osma - Soria, encargado de la catequesis en esta Región fue el encargado de presentar al ponente: Monseñor Javier Salinas, obispo auxiliar de Valencia, durante muchos años presidente de la subcomisión de catequesis de la Conferencia Episcopal Española, experto en temas que guardan relación entre la catequesis y la familia. Don Javier enmarcó el Aula con una ponencia que daba nombre: "Catequesis y Familia: retos y experiencias". Sus palabras provocaron la reflexión en grupos así como el contraste con el ponente, tal y como nos fue explicando Pelayo, de la diócesis de Palencia.

Aprovechando que estábamos en Ávila y en un Año Jubilar Teresiano, celebramos la Eucaristía en el Monasterio de la Encarnación donde estuvo en otro tiempo Teresa de Jesús. La Misa fue presidida por D. Jesús García Burillo, obispo de la diócesis abulense. El prelado nos alentó en la misión catequética, fundamental en la vida de la Iglesia. Al finalizar se nos hizo entrega de una pequeña alpargata llavero, recordándonos lo andariega que era la Santa. 

Pero el día no concluyó ahí, volvimos a la tarea con la presentación de la nueva guía del nuevo Catecismo de la Iniciación Cristiana en España, Los primeros pasos en la fe; un carecimos pensado para el despertar religioso. La Hna María Granados Molina, que trabaja en la subcomisión de catequesis de la CEE, realizó dicha presentación haciendo alusión constantemente a la importancia de los padres como primeros educadores de la fe de sus hijos.

Tras la cena, paseo nocturno, y visita guiada y catequética a la iglesia de San Vicente Mártir, una joya del cristianismo.

La mañana siguiente comenzamos con la oración dirigida también por Ciudad Rodrigo. Después fue el turno para las experiencias, la concreción de todo lo hablado, y para ello contamos con la presencia de dos parroquias de la diócesis de Valladolid. En primer lugar Henar y Javier de la parroquia de San Ildefonso de La Cistérniga, con su planteamiento una parroquia que se desarrolla en torno a la familia. Y, después, Azucena y José Antonio, de la Unidad Pastoral San Miguel-San Julián y San Nicolás con la presentación de la Catequesis Familiar que realizan. 

Terminamos con la Eucaristía celebrada en la capilla del Seminario Diocesano, preparada por la diócesis de Valladolid. En la fiesta del apóstol Tomás, Juan Carlos nos alentó a ser testigos del Señor.

Los catequistas que han participado deben transmitir todo esto a sus compañeros, pues ahora ellos son depositarios de tanto.


ORDEN SACERDOTAL

El pasado 24 de junio, Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista, pude disfrutar de la ordenación presbiteral de mis nuevos compañeros: José Raúl, Jaime Pablo y José David. El primero destinado a la diócesis de Lichinga en Mozambique y los otros dos para la nuestra. Damos gracias a Dios porque nos da pastores conforme a su Corazón. Así se lo pedimos y así lo mostramos, también, en la catequesis.
A todos ellos les esperan comunidades cristianas donde podrán realizarse en cuanto a la vocación a la que han sido llamados, y ellos generosamente han dicho sí públicamente, para ser ministros del Señor. Ciertamente ya lo eran, pues el Señor los eligió y los ungió con el óleo crismal en el día de su bautismo, igualmente volvieron a recibir esta efusión espiritual el día de su confirmación, también cada vez que recibieron al Señor en la Sagrada Eucaristía, así como el sacramento de la confesión, incluso al recibir la bendición como ministros de la Palabra y del Altar, y, sobre todo, por el orden diaconal. Pertenecieron al sacerdocio bautismal y ahora por la imposición de las manos del Obispo y demás sacerdotes, así como por la crismación del Obispo, se convirtieron en miembros del sacerdocio ministerial.
Nuestros hermanos en el ejercicio de su ministerio habrán de pensar más en beneficio del prójimo, más que en el suyo propio. No se servirán, servirán; mucho menos se servirán de su sacerdocio; pues a él llegamos sin ningún mérito propio y, como tantas veces nos advierte el Papa Francisco cuidado con “trepar” en la Iglesia. 
Ellos presidirán comunidades cristianas en las que animarán uno de los servicios esenciales en la misión evangelizadora de la Iglesia como es el ministerio catequético del que se nutre el itinerario de la Iniciación cristiana.
Me gustaría terminar aludiendo brevemente a nuestros pastores en aquella ceremonia. Entre otras cosas, oí a nuestro Cardenal Arzobispo decir, al final de su homilía, haciendo alusión al consistorio en el que el Papa Francisco fue elegido, que “todos nos acordemos de los pobres, pues en el corazón del Evangelio están los pobres, tratemos con ellos”. No olvidemos nunca que Cristo pudiendo ser rico, eligió la pobreza y así hay tantos santos que la han podido abrazar como a una madre. Y, nuestro Obispo Auxiliar y Rector del Seminario, también, le oí decir: “no tengamos reparo en proponer a los jóvenes el sacerdocio. Hay vacantes que hay que rellenar”. Desde el punto de vista de la catequesis, como proceso de conversión que conduce a la fe, habremos de ayudar a discernir el seguimiento concreto de aquellos que desean amar y seguir a Jesús el Señor y ser Testigos de Él en medio del mundo de hoy.

martes, 3 de julio de 2018

UNA PROPUESTA DE LOS MÁS HONESTA


            Todos sabemos, que hoy más que nunca, el seguimiento de Jesús el Señor, se propone y no se impone. A nadie se le obliga a hacer nada que no quiere. Sin embargo, los catequistas, en las parroquias, podemos observar muchas veces que los padres perciben el proceso de conversión que conduce a la fe, como una actividad más y pocas veces como la vivencia fundamental para un cristiano. Incluso el tiempo en el que los niños están en la catequesis pudiera vivirse como una etapa por la que hay que pasar para recibir un sacramento.
¿Por qué sucede esto? ¿Cómo puede responder la Iglesia a esta sociedad tan cambiante? ¿Qué nos falta para poder inflamar espiritualmente tanta indiferencia y compromiso? ¿Cómo hacer la propuesta de la fe sin herir sensibilidades? ¿Cómo recuperar la esperanza mucho más allá de los números que la primera comunidad cristiana también experimentó, por ejemplo, en el pasaje de la pesca milagrosa (cf. Lc 5, 1-11)?
Sentimos la necesidad de reivindicar la esencia de nuestro ser cristianos. Somos una comunidad cristiana en la que todos hemos de sentirnos corresponsables de la misión evangelizadora de la parroquia. Cada uno de nosotros tiene que encontrar su lugar como miembros de esta parcela de la Iglesia Universal, pues “todos somos necesarios, nadie es imprescindible”. Necesitamos que los papás de los niños se comprometan más con su parroquia desde el primer momento en el que comienzan el itinerario de la fe de sus hijos. Quizá esa creencia dormida por la falta de alimento con el paso de los años, pueda revitalizarse con encuentros vitales no solo organizados por los párrocos y los catequistas, sino con la involucración de los mismos padres, pues ellos saben lo que mejor puede caer, sin edulcorar el mensaje central de la evangelización (kerigma).
Está claro que hay algo que se contagia, algo en lo que insiste mucho el Papa Francisco, “la alegría de la fe”. Pues, aunque vivimos un cambio cultural, no es el momento para anhelos, sino para entusiasmarse, para potenciar el celo apostólico, sin dejarse llevar por los números, para nadar contracorriente, para no dejarse llevar por la inercia dominante, para no aburguesarnos religiosamente y vivir como siempre sin cambiar nada ni a nadie dejándose llevar por la acedia, etc. 
Sinceramente la realidad que tenemos delante está llena de retos y oportunidades, aprovechémoslas porque Dios mismo nos las brinda.