domingo, 31 de marzo de 2013

Encuentro Regional del Catequista en Palencia

Recordad que el sábado 13 de abril tendremos el encuentro regional del catequista en Palencia. A las 10,30h será la acogida. Os envío un cartel que lo explica. El tema versará sobre el Catecismo de la Iglesia Católica. Nos encontramos en su 20º Aniversario y queremos profundizar en su contenido. Don Manuel del Campo, profesor emérito de Catequética de San Dámaso nos ayudará: "Os anuncio lo que recibí". Con el fin de coordinarnos, sería bueno que todos aquellos que estéis interesados en participar lo vayáis comunicando.

Homilía del P. Juan Carlos el Domingo de Resurrección


 La Pascua es paso y el cristiano durante la pasada cuaresma, y especialmente durante este reciente Semana Santa, ha ido al paso del Señor. Ciertamente, de muy diferentes maneras hemos ido junto a Él, lo hemos dicho y vivido durante estos días tan intensos: hemos ido mirando, de espectadores, de curiosos, incluso hemos echado leña al fuego,… pero el camino, el ir al paso de este hombre y de lo que Dios Padre realiza –para nosotros- por medio de Jesucristo, nos ha hecho cambiar el paso: pasar de ir de “miranda” a ir contemplando, afectándonos, adhiriéndonos, acogiendo,… al Señor solo y desamparado, abandonado y negado, desolado y triste, humanamente solo, crucificado, muerto y sepultado para dar Vida. Hemos limpiado su rostro, quitado su sudor, hemos intentando disimular su dolor, su sed,… y no es posible poder dar luz, si escondemos la luz debajo de la cama, la realidad es la que es y la cruz está presente, muy presente en nuestra vida. Es nuestro santo y seña, y no deberíamos esquivar la cruz, sino encajarla. Este tiempo de Semana Santa quizá nos haya podido ayudar a esto, a encajar los golpes de la vida, el viacrucis de nuestra propia vida.
                Pero queridos hermanos, no es lo mismo celebrar la Pascua, gozar con Cristo gozoso, sin haber vivido al Cristo quebrantado; esa experiencia es la que probablemente hoy nos ha marcado para que llenos de alegría podamos vivir de la esperanza. Coger un libro, e irse al final, para ver cómo termina la historia, sin haberse empapado de las páginas del medio, que nos cuentan, narran, nos hacen entrar en escena, nos hacen vivir en primera persona, es como que alguien te anime a ver una película y te la estropea porque te cuenta el final. La pasión del Señor que siente por mí, por ti, eso hay que vivirlo en la propia carne, entonces verdaderamente sentiremos el gozo de la fe, el deseo de la Gracia y las ganas de contárselo a todo el mundo, Jesús ha resucitado, esta es la evangelización.
                Los rasgos de la Pascua son evidentes. Los rostros para darse cuenta qué Dios vive en mí, que está presente en mi persona, en medio del mundo, de los otros, y todos los días de mi vida no solo hoy porque celebramos la Pascua,… son evidentes. Él se hace presente, de muchas maneras, y lo hace dando vida, dando alegría, transmitiendo paz y creando testigos.
                Jesucristo transmite vida, a nuestros cuerpos y corazones un tanto cansados. Cansados de la situación, pero poco animosos para cambiar lo poco o mucho que podamos. Con la moral en muchos momentos por los suelos. El Señor nos transmite vida, a los que en ocasiones vamos por las calles como deambulando pero sin horizontes.
                Nos transmite también alegría, la alegría de la fe, del creer. Esto es lo que verdaderamente los cristianos estamos llamados a transmitir: la fe es alegría, creer nos invita a la alegría, la fe se transmite desde la alegría y no desde la pesadumbre, la carga, el a mí que me dejen en paz que yo ya sé lo que tengo que hacer con mi vida, con mi manera de creer,… Sin estar abiertos al Señor, a su Iglesia, a la comunidad de cristianos que se reúne para celebrar la fe cada domingo. La fe como no se transmita con alegría será una fe muerta, porque la alegría –estamos diciendo- es un rasgo de la Resurrección.
                Y la Resurrección del Señor, su presencia viva en medio de nosotros, nos transmite paz. Si queremos saber si el Señor está con nosotros, veamos cómo estamos a nivel de paz. Si estamos como enfadados con todo el mundo, que todo nos parece mal, que las cosas no tienen solución ni las van a tener, que parece que todo me pasa a mí,… quien habita en ti es el mal espíritu, a quien le vamos a decir hoy: Renuncio. Sin embargo, si en ti está el deseo bueno de cantar, de vivir con alegría, de apreciar los pequeños momentos que te suceden en la vida, si valoras a las personas que están a tu alrededor, les das las gracias, tienes la humildad de pedirles perdón si llega el caso, si en tu vida la conciencia la tienes tranquila, piensas en los demás, especialmente en los más pobres,… Dios está en ti y te está dando paz, ganas, ánimos, vigor, ilusión,… a esa paz que nos transmite el Resucitado, hoy le vamos a decir: Creo.
             Quien se ha encontrado con el Resucitado tiene que comunicarlo indudablemente al mundo entero. La Resurrección invita al testimonio y el encuentro con el Señor resucitado crea testigos. Precisamente esto es lo que os corresponde a los padres y padrinos de los niños que vamos inmediatamente a bautizar, a ser testigos en medio de vuestras familias, transmisores de la fe; esta semilla que hoy sembramos hay que hacerla germinar con la ayuda de Dios. También a la comunidad le corresponde esta tarea evangelizadora que no debemos obviar o esquivar.
                Que la Virgen que probablemente fue la primera en encontrarse con el Señor, su Hijo, nos ayude a encontrarnos con Él hoy y todos los días de nuestra vida. Así sea.  

sábado, 30 de marzo de 2013

Homilía del P. Juan Carlos el Viernes Santo

Hoy es ese día en el que se nos invita mucho más que a contemplar la cruz, se nos invita a adorarla. Es el Señor el que está en la cruz y en ella está clavado nuestro pecado. Es decir, Él que está en la cruz no tiene pecado pero nosotros se lo hemos colocado. El Señor está en la cruz por ti y por mí. Él es nuestro salvoconducto. Sí, clavemos nuestro pecado, fijémonos en el horror que provoca y nos sirva de escarmiento para no errar más. Sintamos la misericordia de esos brazos que abarcan, protegen, consuelan,… llenan de ternura e invitan a perdonar.
 Y contemplemos la cruz del Señor en nuestro mundo o en nuestra sociedad, hagámoslo también al mirar nuestra Iglesia y lo mismo al echar una ojeada a cada una de nuestras personas. Miremos el árbol de la cruz, pues de ahí procede nuestra redención.
 Es fácil apreciar la cruz de nuestro mundo, los telediarios se ceban en noticias sangrientas, morbosas, titulares que aumentan la audiencia, noticias bomba, frivolidad. La crisis mundial es una gran cruz. Familias desahuciadas, millares de jóvenes sin trabajo, millones de españoles en paro, muchas veces con la moral bajo mínimos, con pocas expectativas de futuro, y poco tiempo para romanticismos y esperanza. Familias que viven de la caridad y que tienen que hacer milagros para llevarse un trozo de pan a la boca. La cruz de nuestro mundo es que tengamos que padecer la sinvergüencería de los corruptos que se aprovechan de la confianza de las personas. Y todo esto, muchas veces, porque vivimos sin ninguna referencia a Dios.

 Pero dicho así, de esta manera, parecería que estamos ante un fracaso de Dios y que tuviéramos que dar la razón a aquellos que dijeron que Dios no existe y que Dios ha muerto. En absoluto, incluso con esta enumeración tan crucificadora, en la que Dios está clavado y Dios llora, cae desde el cielo abierto una lágrima de emoción y consuelo, y es que Dios está cerca de los atribulados y a todos nos quiere llenar de paz y esperanza. Ciertamente, el Señor ha tenido que pasar por la muerte, una vez más, para identificarse con la humanidad, pero la cruz le ha levantado sobre todo hombre, y ahora ante Él toda rodilla se dobla.
 La cruz de nuestra Iglesia claramente se aprecia cuando echamos cálculos, cuando seguimos pensando con categorías del pasado: “me acuerdo cuando…”, “los seminarios estaban llenos”, “la gente iba a Misa y al rosario,…”,… Pero la cruz dentro de la Iglesia la vivimos cuando nos falta ardor para vivir nuestra fe, cuando vamos a trancas y barrancas, cuando nos conformamos con una dulce religiosidad popular, cuando nuestra fe queda encorsetada en una imagen, en una cofradía, pero que no da para mucho más, cuando la fe se vive sin implicación o compromiso, sin obras, cuando se extingue la transmisión de la fe de padres a hijos, la cruz de la Iglesia, es la cruz de la Madre que se siente utilizada cuando sacramentalizamos pero no profundizamos en la fe, cuando no nos vivimos como comunidad que cree, vive, celebra y ora unida, esta Iglesia –cuerpo de Cristo- llamada a ser santa pero es pecadora, a veces nos cuesta dar testimonio –empezando por los pastores, en ocasiones no nos mezclamos con la gente (ayer decía el papa que el pastor tiene que oler a oveja, sudar la camiseta), vivimos ajenos a la realidad, creemos que todos tienen que ser como nosotros, y tenemos que abrirnos a otras formas de pensar y de creer, a otras culturas y religiones, cuando hacemos más que contemplamos, cuando nuestra conducta deja mucho que desear,.... Pero la Iglesia está llamada a ser santa, y hoy lo que nos parece extraordinario (como estamos percibiendo en los gestos y palabras del nuevo Papa Francisco) debería ser lo ordinario. La Iglesia va a la cruz en la medida en la que es perseguida, en muchos rincones de nuestro mundo, pero aquí también; los medios de comunicación muchas veces favorecen el laicismo y secularismo que entremezcla historias para siempre dejar mal a la Iglesia. Pero aquí también, en nuestro pueblo, también –en ocasiones- hay gente que echa mano del megáfono para despotricar contra la Iglesia. Pero el Señor en la cruz no se defendió, no utilizó la confrontación, no se puso a la altura de sus verdugos, en absoluto, respondió con perdón y con más perdón. La Iglesia es icono de la Santísima Trinidad, es sacramento de salvación y solo lo puede ser desde el amor, la acogida y la misericordia. La cruz en la Iglesia se convierte en salvación en la medida en la que aprendamos el ritmo del grano de mostaza, semilla pequeña pero llamada ser grande, como lo es, sin que lo pretendamos nosotros, sino porque la mueve el Espíritu de Dios.
 Y, finalmente, esa cruz la vivimos en nuestras propias carnes. El crucificado quiere asumir tu propia cruz, es más, tu cruz, es –también- parte de la suya. La cruz del desempleo, del que nos vamos haciendo mayores, de las incapacidades, los complejos, la falta de fe, el estar incómodos con tantas cosas, cambios repentinos de carácter,… el que no sabemos qué hacer con estos hijos que no obedecen los consejos de los padres, el que no valemos, el que todo nos sale mal, la salud no es tan buena como uno quisiera, cuando los hijos van siendo mayores y no siguen con las enseñanzas religiosas fomentadas en casa, cuando parece que tenemos de todo y nos falta lo fundamental, aquello que solo lo puede llenar Dios porque Él es el agua que es capaz de saciar nuestra sed. Desde esta fuente solo se pueden llenar plenamente las relaciones de pareja, las relaciones padres-hijos, las relaciones interpersonales,… iluminar la vida laboral, las relaciones con los compañeros de trabajo, los vecinos, los miembros de tu familia,… Del costado del Señor, que también tenía sed, brota el agua que quiere saciarnos. Jesús no se sirve, y los demás que se sirvan ellos, como normalmente observamos que en esta sociedad se funciona.
 La cruz es nuestra salvación, vivamos la cruz hoy como signo de amor y entrega, y nos sirva como entrenamiento para encajar la propia cruz y estar al tanto para poder actuar como auténticos cireneos de los que viven a nuestro alrededor. Así sea.

SERMÓN DE LAS SIETE PALABRAS

jueves, 28 de marzo de 2013

Homilía P. Juan Carlos en el Jueves Santo


           El Jueves Santo nos habla de estar cerca del Señor en la mesa. De estar atentos a sus dichos y gestos. Es el Señor el que está en el medio de nosotros y hoy le vemos mejor que nunca, como el que sirve. Esa es su lección de hoy: el amor se traduce en servicio.
            Hemos escuchado en el Evangelio que se ciñó la toalla y no se desprenderá de ella hasta que sea despojado de toda ropa en el momento de su pasión. Toda su vida ha sido una vida entregada, de servicio, no solo por los suyos, sino por todos. Dios no es de unos más que de otros, Dios es de todos, incluso de aquellos que no le tienen en cuenta. Y Jesús no nos entrega lo que le sobra sino que se nos entrega Él, su cuerpo, su sangre, su vida. Él se parte y se reparte por nosotros, para nosotros. Y, ¿para qué? para redimir, para liberar, para salvar, para alimentar, para sanar, para perdonar. ¿De qué? Del pecado que se traduce en maldad, en soberbia, en rencor, en envidia, en no dejarse ayudar, en vanidad, en odio, en injusticia, en hablar mal de los demás, en no vivir con alegría la fe,…
            El Jueves Santo nos trae a la memoria y al corazón algunas cosas muy importantes: Eucaristía, Sacerdocio, Amor Fraterno, Caridad, Servicio,… Son palabras que nos pueden parecer bonitas, pero no son huecas ni están vacías, sino que significan, tienen significado. No son palabras para escribir o decir, son palabras para practicar, transmitir, testimoniar. Ciertamente, Jueves Santo nos invita a “testimoniar”.

Homilía del Papa Francisco en la Misa Crismal


Queridos hermanos y hermanas

Celebro con alegría la primera Misa Crismal como Obispo de Roma. Os saludo a todos con afecto, especialmente a vosotros, queridos sacerdotes, que hoy recordáis, como yo, el día de la ordenación.
Las Lecturas nos hablan de los «Ungidos»: el siervo de Yahvé de Isaías, David y Jesús, nuestro Señor. Los tres tienen en común que la unción que reciben es para ungir al pueblo fiel de Dios al que sirven; su unción es para los pobres, para los cautivos, para los oprimidos... Una imagen muy bella de este «ser para» del santo crisma es la del Salmo: «Es como óleo perfumado sobre la cabeza, que se derrama sobre la barba, la barba de Aarón, hasta la franja de su ornamento» (Sal 133,2). La imagen del óleo que se derrama, que desciende por la barba de Aarón hasta la orla de sus vestidos sagrados, es imagen de la unción sacerdotal que, a través del ungido, llega hasta los confines del universo representado mediante las vestiduras.
La vestimenta sagrada del sumo sacerdote es rica en simbolismos; uno de ellos, es el de los nombres de los hijos de Israel grabados sobre las piedras de ónix que adornaban las hombreras del efod, del que proviene nuestra casulla actual, seis sobre la piedra del hombro derecho y seis sobre la del hombro izquierdo (cf. Ex 28,6-14). También en el pectoral estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel (cf. Ex 28,21). Esto significa que el sacerdote celebra cargando sobre sus hombros al pueblo que se le ha confiado y llevando sus nombres grabados en el corazón. Al revestirnos con nuestra humilde casulla, puede hacernos bien sentir sobre los hombros y en el corazón el peso y el rostro de nuestro pueblo fiel, de nuestros santos y de nuestros mártires.
De la belleza de lo litúrgico, que no es puro adorno y gusto por los trapos, sino presencia de la gloria de nuestro Dios resplandeciente en su pueblo vivo y consolado, pasamos a fijarnos en la acción. El óleo precioso que unge la cabeza de Aarón no se queda perfumando su persona sino que se derrama y alcanza «las periferias». El Señor lo dirá claramente: su unción es para los pobres, para los cautivos, para los enfermos, para los que están tristes y solos. La unción no es para perfumarnos a nosotros mismos, ni mucho menos para que la guardemos en un frasco, ya que se pondría rancio el aceite... y amargo el corazón.
Al buen sacerdote se lo reconoce por cómo anda ungido su pueblo. Cuando la gente nuestra anda ungida con óleo de alegría se le nota: por ejemplo, cuando sale de la misa con cara de haber recibido una buena noticia. Nuestra gente agradece el evangelio predicado con unción, agradece cuando el evangelio que predicamos llega a su vida cotidiana, cuando baja como el óleo de Aarón hasta los bordes de la realidad, cuando ilumina las situaciones límites, «las periferias» donde el pueblo fiel está más expuesto a la invasión de los que quieren saquear su fe. Nos lo agradece porque siente que hemos rezado con las cosas de su vida cotidiana, con sus penas y alegrías, con sus angustias y sus esperanzas. Y cuando siente que el perfume del Ungido, de Cristo, llega a través nuestro, se anima a confiarnos todo lo que quieren que le llegue al Señor: «Rece por mí, padre, que tengo este problema...». «Bendígame» y «rece por mí» son la señal de que la unción llegó a la orla del manto, porque vuelve convertida en petición. Cuando estamos en esta relación con Dios y con su Pueblo, y la gracia pasa a través de nosotros, somos sacerdotes, mediadores entre Dios y los hombres. Lo que quiero señalar es que siempre tenemos que reavivar la gracia e intuir en toda petición, a veces inoportunas, a veces puramente materiales, incluso banales – pero lo son sólo en apariencia – el deseo de nuestra gente de ser ungidos con el óleo perfumado, porque sabe que lo tenemos. Intuir y sentir como sintió el Señor la angustia esperanzada de la hemorroisa cuando tocó el borde de su manto. Ese momento de Jesús, metido en medio de la gente que lo rodeaba por todos lados, encarna toda la belleza de Aarón revestido sacerdotalmente y con el óleo que desciende sobre sus vestidos. Es una belleza oculta que resplandece sólo para los ojos llenos de fe de la mujer que padecía derrames de sangre. Los mismos discípulos – futuros sacerdotes – todavía no son capaces de ver, no comprenden: en la «periferia existencial» sólo ven la superficialidad de la multitud que aprieta por todos lados hasta sofocarlo (cf. Lc 8,42). El Señor en cambio siente la fuerza de la unción divina en los bordes de su manto.
Así hay que salir a experimentar nuestra unción, su poder y su eficacia redentora: en las «periferias» donde hay sufrimiento, hay sangre derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantos malos patrones. No es precisamente en autoexperiencias ni en introspecciones reiteradas que vamos a encontrar al Señor: los cursos de autoayuda en la vida pueden ser útiles, pero vivir pasando de un curso a otro, de método en método, lleva a hacernos pelagianos, a minimizar el poder de la gracia que se activa y crece en la medida en que salimos con fe a darnos y a dar el Evangelio a los demás; a dar la poca unción que tengamos a los que no tienen nada de nada.
El sacerdote que sale poco de sí, que unge poco – no digo «nada» porque nuestra gente nos roba la unción, gracias a Dios – se pierde lo mejor de nuestro pueblo, eso que es capaz de activar lo más hondo de su corazón presbiteral. El que no sale de sí, en vez de mediador, se va convirtiendo poco a poco en intermediario, en gestor. Todos conocemos la diferencia: el intermediario y el gestor «ya tienen su paga», y puesto que no ponen en juego la propia piel ni el corazón, tampoco reciben un agradecimiento afectuoso que nace del corazón. De aquí proviene precisamente la insatisfacción de algunos, que terminan tristes y convertidos en una especie de coleccionistas de antigüedades o bien de novedades, en vez de ser pastores con «olor a oveja», pastores en medio de su rebaño, y pescadores de hombres. Es verdad que la así llamada crisis de identidad sacerdotal nos amenaza a todos y se suma a una crisis de civilización; pero si sabemos barrenar su ola, podremos meternos mar adentro en nombre del Señor y echar las redes. Es bueno que la realidad misma nos lleve a ir allí donde lo que somos por gracia se muestra claramente como pura gracia, en ese mar del mundo actual donde sólo vale la unción – y no la función – y resultan fecundas las redes echadas únicamente en el nombre de Aquél de quien nos hemos fiado: Jesús.
Queridos fieles, acompañad a vuestros sacerdotes con el afecto y la oración, para que sean siempre Pastores según el corazón de Dios.
Queridos sacerdotes, que Dios Padre renueve en nosotros el Espíritu de Santidad con que hemos sido ungidos, que lo renueve en nuestro corazón de tal manera que la unción llegue a todos, también a las «periferias», allí donde nuestro pueblo fiel más lo espera y valora. Que nuestra gente nos sienta discípulos del Señor, sienta que estamos revestidos con sus nombres, que no buscamos otra identidad; y pueda recibir a través de nuestras palabras y obras ese óleo de alegría que les vino a traer Jesús, el Ungido.

Recursos para el Jueves Santo


sábado, 23 de marzo de 2013

Ejercicios para Catequistas de la Región del Duero


Durante los días 15 a 17 de marzo un grupo de 28 (catequistas y delegados diocesanos de catequesis) de la Región del Duero o Iglesia en Castilla, se dieron cita en Ávila para participar en unos Ejercicios Espirituales en silencio. 













En Ávila, preparándonos para la Cuaresma y para el V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús. Ella, mística y doctora de la Iglesia, junto a San Ignacio de Loyola, místico y fundador, nos enseñan la sencilla relación con Dios.

Los Ejercicios fueron dirigidos por Juan Carlos Plaza Pérez, delegado diocesano de catequesis de Valladolid, que con su experiencia en la espiritualidad ignaciana, y la buena docilidad de los ejercitantes, pudo guiar al grupo por la senda que propone San Ignacio para el encuentro con Dios.

martes, 19 de marzo de 2013

Homilía del Santo Padre - 19 de marzo de 2013

Queridos hermanos y hermanas

Doy gracias al Señor por poder celebrar esta Santa Misa de comienzo del ministerio petrino en la solemnidad de san José, esposo de la Virgen María y patrono de la Iglesia universal: es una coincidencia muy rica de significado, y es también el onomástico de mi venerado Predecesor: le estamos cercanos con la oración, llena de afecto y gratitud.
Saludo con afecto a los hermanos Cardenales y Obispos, a los presbíteros, diáconos, religiosos y religiosas y a todos los fieles laicos. Agradezco por su presencia a los representantes de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales, así como a los representantes de la comunidad judía y otras comunidades religiosas. Dirijo un cordial saludo a los Jefes de Estado y de Gobierno, a las delegaciones oficiales de tantos países del mundo y al Cuerpo Diplomático.
Hemos escuchado en el Evangelio que «José hizo lo que el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer» (Mt 1,24). En estas palabras se encierra ya la la misión que Dios confía a José, la de ser custos, custodio. Custodio ¿de quién? De María y Jesús; pero es una custodia que se alarga luego a la Iglesia, como ha señalado el beato Juan Pablo II: «Al igual que cuidó amorosamente a María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo, también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la Virgen Santa es figura y modelo» (Exhort. ap. Redemptoris Custos, 1).

viernes, 15 de marzo de 2013

A los catequistas



Carta de monseñor Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires a los catequistas de la arquidiócesis (21 de agosto de 2010)
  
 Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió
y preguntaban: “¿Quién es éste?”. Y la gente respondía:
“Es Jesús, el profeta de Nazaret en Galilea”.
(Mt 21,10-11)
  
Querido catequista:
La festividad de San Pío X y la celebración del día del Catequista son una ocasión propicia para hacerte llegar mi sentimiento de gratitud por tu entrega silenciosa y comprometida en el ministerio de la Catequesis.
La Catequesis en la Argentina atraviesa un momento muy especial ya que, como sabrás, en el año 2013 tendrá lugar en Morón el IIIer. Congreso Nacional de Catequesis. Su lema “Anticipar la aurora, construir la esperanza” nos pone en  sintonía con aquello que tan hermosamente nos dice Aparecida: “La Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias…. No puede replegarse frente a quienes sólo ven confusión, peligros y amenazas o de quienes pretender cubrir la variedad y complejidad de situaciones con una capa de ideologismos gastados o de agresiones irresponsables. Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros…” (DA 11)
Al agradecerte todo lo que hacés por la Catequesis, le pido de corazón al Señor que te rejuvenezca con su gracia, ya que la renovación de la pastoral y de la catequesis no dependerá “de grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos de Jesucristo y misioneros de su Reino.” (DA 11)

Papa Francisco


El Señor durante esta Cuaresma nos concede el regalo de pregustar ya la Pascua, en primer lugar al presentar Benedicto XVI su renuncia (gran pontífice para la Iglesia, el cual ha marcado un antes y un después, con una clarividencia inmensa al interpretar los signos de los tiempos) y en segundo lugar al concedernos la gracia de un nuevo Papa. Su nombre es Francisco. Y en la historia de la Iglesia ocupa el número 266 desde que el Señor dijera a Pedro: “Tú eres Pedro y sobre esta roca edificarás mi Iglesia” (Mt 16, 13-20). Francisco es el primer papa de Hispanoamérica y de la Compañía de Jesús, jesuita.
La elección de Francisco para la Iglesia ha sido una grata sorpresa. Fuera de todo pronóstico, fuera de todo cálculo premeditado. Así es el Señor, el siempre capaz de sorprendernos y el que desea para nosotros, para su Iglesia, lo mejor. “No fuisteis vosotros los que me elegisteis, fui yo quien os elegí” (Jn 15, 16). Es el Señor quién lo ha hecho.

miércoles, 6 de marzo de 2013

RETIRO DIOCESANO DE CUARESMA

El próximo día 9 de marzo, sábado, tendremos el RETIRO cuaresmal para laicos: "El camino de la fe, la andadura pascual"
Dirige: D. José San José Prisco, sacerdote vallisoletano de la Hermandad de sacerdotes Operarios, Catedrático de Derecho Canónico en la UP de Salamanca
Lugar: Iglesia parroquial de San Andrés

Horario: 6 de la tarde, meditación
7 a 8 oración personal
8 Celebración de la Eucaristía

martes, 5 de marzo de 2013

Jornadas de delegados de enseñanza, catequesis y familia

La pasada semana, del 28 de febrero al 2 de marzo, nos encontramos un grupo numeroso de delegados/as de estos tres ámbitos de la Iglesia que caminan tan cerca: Familia - Parroquia - Escuela. Casi 200 delegados de todos los rincones de España.










Durante la mañana del jueves 28 fuimos convocados el grupo que formamos el equipo asesor de la subcomisión de Catequesis de la CEE.

Presidió estas jornadas, D. Casimiro López Llorente, obispo de Segorbe - Castellón y presidente de la comisión de Enseñanza y Catequesis. Le acompañaron otros obispos relacionados con estas tres áreas de la Iglesia: D. Javier Salinas (Mallorca), D. Ángel Rubio (Segovia), D. Julián Ruiz (Huesca - Jaca), D. Salvador Giménez (Menorca), D. Juan Antonio Reig (Alcalá de Henares), D. Jaume Pujol (Tarragona).

domingo, 3 de marzo de 2013

Escuela Diocesana del Catequista - Catequesis de Adultos

6.1. Catecumenado de adultos: ámbitos y alternativas

Juego de mesa inspirado en el Catecismo - Jesús es el Señor

Un juego de mesa para la catequesis acaba de aparecer y ha sido presentado en las recientes Jornadas de delegados diocesanos de enseñanza, catequesis y familia en El Escorial.

La Hna María, delegada diocesana de catequesis de Cuenca, nos lo acaba de presentar.

Es un juego muy interesante y divertido que ayuda a retener los objetivos fundamentales que los niños debería aprender en la catequesis.

















Contiene el resumen de los contenidos del Catecismo "Jesús es el Señor".


La Conferencia Episcopal Española regaló un juego para cada delegación diocesana de catequesis, por lo tanto contamos con un juego. Está en la delegación, a vuestra disposición.



No obstante, os adjunto una ficha, por si deseáis comprarlo, puede ser un buen regalo para los niños de Primera Comunión.