Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo que nos permite ser
testigos de este acontecimiento eclesial y de fe.
Veni,
lumen cordium.
Bendito sea Dios que nos ha sacado del dominio de
las tinieblas y nos ha trasladado al Reino del Hijo de su amor, a su luz
admirable.
Veni,
lumen cordium. La luz y su misterio en el fondo mismo
de lo que existe. La luz interior, luz del corazón que desarrolla la comunión y
es fuente de adhesión al Misterio.
“De tu Corazón, Señor, correrán ríos de agua
viva”, decías y te refirías al Espíritu. Ríos de agua viva, luminosos como
el cristal. Ven, luz que traspasas las
almas, Ven agua viva.
Veni,
lumen cordium. De tu Corazón a mi corazón, para ser cauce de tu
luz, que es vida, sangre y agua, verdad y amor. Verdad en el amor, amor en la
verdad.
Veni,
lumen cordium,
- que unido a Pedro, (gracias Sr. Nuncio por su presencia, renueve
ante el Papa Francisco mi comunión y mi agradecimiento y expreséle que quiero
ser, como él dice, un obispo kerigmático, orante y pastor; que acojo la
recomendación que me hace en la bula de nombramiento de seguir el ejemplo de
Cristo, Maestro divino “que no vino a ser servido sino a servir”)
- y al Colegio episcopal (gracias hermanos obispos que aseguráis la
sucesión apostólica y me acogéis en este nuevo colegio, en esta nueva
familia. Gracias D.Braulio, D. Francisco Cerro, queridos Obispos de la Región,
en el recuerdo agradecido a D. José Delicado)
- Gracias D. Ricardo, hermano Ricardo, contigo voy a aprender a ser
apóstol, voy a ensayar la fraternidad episcopal y voy a seguir tus indicaciones
en el pastoreo de este pueblo santo y fiel que se nos ha encomendado.
Veni,
lumen cordium, que unido a
Pedro y al Colegio episcopal, bajo el pastoreo de nuestro Cardenal Arzobispo
sea custodio del testimonio trinitario de toda la Iglesia en favor del
mundo:
Sí, Dios es Padre y nos presenta al Hijo
amado: “Eres mi Hijo en ti me complazco, escuchadlo”. El Hijo responde Abba,
padre queridísimo "eres todo mi amor" y se entrega a su voluntad. El inmenso
intercambio de amor entre el Padre y el Hijo es la manifestación de su
amor con la que nos abraza. Es su Espíritu el que nos pasa, y así decimos:
Padre, somos hijos-hermanos; Señor, solo tú tienes
palabras de vida eterna. Somos discípulos-misioneros de un anuncio
sorprendente:
¡La gracia triunfa sobre la cerrazón del pecado,
la muerte ha sido vencida! La tierra es hogar; la humanidad, familia. La
argolla de la esclavitud se ha roto, la senda que lleva a la vida está
abierta y la mesa de la reconciliación, la comunión y la fiesta interminable,
está puesta definitivamente. El que tenga sed que venga y beba.
Veni,
lumen cordium, para que
agradezca el don de la vida y el de la fe (querida familia gracias por todo y
perdón por tanto. Saludo especialmente a mi padre y a mi madrina, mi tía Rafa;
recordemos a los que siguen esta celebración desde el otro lado, nuestra madre,
Rafael, abuelos, tíos, tío José) en la vida en un pueblo, Meneses. La vida y la
fe en la propuesta sencilla de nuestras
parroquias rurales, Villerías y Meneses, la devoción recibida al Cristo de la Salud
y a la Virgen del Tovar.
Veni,
lumen cordium para que con un
corazón agradecido pueda aprovechar la nueva oportunidad que me ofreces de ser
discípulo-misionero con mis hermanos bautizados.
Veni,
lumen cordium para acoger la segunda
oportunidad de vivir el sacerdocio apostólico, al recibir ahora la
plenitud del sacramento del Orden.
Una nueva
oportunidad de seguir al que se abajó, y se despojó en el pesebre y
se vació en la cruz, para de su mano y en la fuerza del Espíritu Santo
crecer hacia abajo en humildad, pobreza y sacrificio.
Una nueva oportunidad de comunión de vida, de
bienes y de acción; una nueva oportunidad de anunciar la belleza de su rostro,
la novedad del Evangelio y la alegría de
la misericordia; una nueva oportunidad de aliviar y curar; una nueva oportunidad para ensanchar la
justicia de su Reino.
Una nueva oportunidad, como la ya vivida en la
comunidad cristiana, en los grupos del Colegio con los hermanos de la Salle;
una nueva oportunidad, queridos amigos recibidos en torno al Evangelio y el
camino de la misión, Laicos en Asamblea, Movimiento Cultural Cristiano, la
Comunidad de Taizé, las antiguas y nuevas realidades eclesiales, comunidades,
cofradías, movimientos y asociaciones, una nueva oportunidad de conversión a Jesucristo,
de comunión en la Iglesia y de anuncio del Evangelio a los pobres y con los
pobres para la salvación del mundo.
Una segunda
oportunidad para vivir el sacerdocio apostólico en la escucha más honda
de la Palabra para anunciarla con más audacia; en la ofrenda de la propia
existencia con el Señor en la Cruz; una segunda oportunidad para servir
con mayor transparencia los sacramentos de su gracia; una segunda oportunidad
para vivir el sacerdocio apostólico en la obediencia más diligente a su
voz de Pastor para guiar al pueblo santo, entre las flores y las fieras, hacia
la tierra de la herencia.
Una segunda oportunidad, hermanos en el presbiterio
de esta Iglesia, para hacer visible nuestra fraternidad sacramental, asumir, en
comunión con nuestro Arzobispo, el pastoreo de esta Iglesia que peregrina en
Valladolid y decir a los hermanos que cada Domingo participan en la Eucaristía:
“vosotros sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un
pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las proezas del que os llamó de
las tinieblas a su luz maravillosa. Los que antes erais no-pueblo, ahora
sois pueblo de Dios”. El pueblo del Domingo, el pueblo de la Eucaristía,
sacramento de nuestra fe, que he podido celebrar en gran parte de las
parroquias de la Diócesis, especialmente en Santa Mª la Mayor de Portillo,
Santa María Magadalena de Matapozuelos y la Asunción de Nuestra Srª de Ventosa
y Villalba. Somos el pueblo del
Domingo, así lo expresamos de manera solemne y emotiva el pasado Corpus
Christi. Ven Señor y bendice a todos los que han preparado y colaborado en las
dos grandes celebraciones que esta Diócesis ha vivido en esta semana.
Una segunda oportunidad para vivir la caridad
pastoral. Veni, lumen cordium
para ser pastores según tu Corazón; danos tus mismos sentimientos, para
que despojándonos del propio "yo", encontremos, en la caridad
obediente, casta y pobre, la vía maestra de la unión con Dios y de la unidad
con los hermanos. Una segunda oportunidad para ser cauce de la llamada del
Señor a vivir esta vocación.
Veni,
lumen cordium sobre los
seminaristas, especialmente por los cuatro que serán ordenados en este mes y
sobre tantos jóvenes que necesitan que tu soplo de amor venza las resistencias
para seguir tu silbo de Buen pastor.
Veni,
lumen cordium sobre tantos
consagrados que agracian esta Diócesis, dame una nueva oportunidad de
compartir su alabanza, su hospitalidad y su servicio. Ayúdame a ser “signo de fe” con los Hermanos de La
Salle, y así decir “Nada te turbe, solo Dios basta” con las Madres Carmelitas y
como la Discípulas de Jesús, “vivir de los
criterios, del amor y del ministerio del Maestro”, para “en todo amar y
servir” con mis amigos Jesuitas.
Ven lumen cordium, para que
obispos, presbíteros, laicos y consagrados escuchemos:
“Sois hijos de la luz e hijos del día; no
de la noche ni de las tinieblas. Vivid conforme a la vocación en la que habéis
sido llamados”. Pasad al mundo mi amor misericordioso en la caridad política,
en la caridad consumada, en la caridad pastoral en este Misterio de Comunión
que es la Iglesia. Si en las luchas sociales del siglo XIX un grito
¡Asociación o muerte! sostuvo la vida de los pobres, hoy también hemos de
decirnos ¡Comunión o esterilidad! para confesar, en nuestra fraternidad, el
amor trinitario que bendice al mundo.
Testimoniad con obras y palabras que creer
en Dios es bueno, que nos hace bien y contribuye a fundamentar y dar horizonte
al bien común.
Veni,
lumen cordium, sobre esta Iglesia
para que ofrezca a la sociedad de la que formamos parte esta buena noticia.
Queridos representantes de las diversas
instituciones de nuestra vida pública que nos permitís reconocernos como comunidad
política que se organiza en diversos servicios para el bien común. Miembros de
la Administración pública estatal, regional y municipal; miembros de los
parlamentos, de la judicatura, la enseñanza, la sanidad y los servicios
sociales, representantes del Ejército, Policía y Guardia Civil, a todos nuestro respeto y consideración. Permitidme en este momento, un saludo y
recuerdo agradecido a mi estancia en la Facultad de Derecho de la Universidad
de Valladolid, allí viví experiencias de amistad y el cultivo de la
preocupación por la justa organización de la convivencia. Que la luz del
corazón venga también sobre todos vosotros para que juntos avancemos hacia
el bien común, que es de todos y de cada uno, con una preocupación
singular por los pequeños y los que sufren.
Pedidnos algo más que el voto cada cuatro años…, o, en esta ocasión, seis
meses, y los impuestos de cada ejercicio. Queremos ofreceros nuestro amor a la vida, en
medio del invierno demográfico; nuestra propuesta de familia que transmite
virtudes y custodia la fragilidad de manera incondicional; queremos colaborar en
el impulso y renovación del Estado del bienestar con nuestra presencia en la
educación, la sanidad y los servicios sociales. Os ofrecemos la catolicidad del
corazón, para no cerrarnos en intereses corporativos y tener en cuenta los
problemas y necesidades de otras gentes, en otros sitios; queremos compartir
con vosotros nuestro estremecimiento ante el juicio que los empobrecidos hacen al
sistema económico y a nuestro estilo de vida.
La Iglesia acoge a personas con diferentes
criterios respecto a la organización del común y ofrece una propuesta para
discernir y buscar el bien. En ella podemos cultivar la amistad fraterna que se
mantiene más allá de los turnos de poder y oposición. En ella recibimos el
perdón y la comunión para transformarlos en reconciliación y amistad civil en
la plaza pública.
Veni,
lumen cordium, también en los
día oscuros. “Cristo Jesús, oh fuego que abrasas, que las tinieblas en mi no
tengan voz, Cristo Jesús, disipa mis sombras y que en mi solo hable tu amor”. Veni,
lumen cordium para que descubra que la noche es tiempo de salvación, pues ante
ti “la tiniebla ya no es tiniebla, la noche es clara como el día”.
Veni,
lumen cordium para que pueda
ser, como dice San Juan Pablo II, obispo servidor del Evangelio para la
esperanza del mundo.
Veni,
lumen cordium sobre los
habitantes de Aguilar de la Frontera, antigua Ipagro, en Córdoba y sobre su
actual pastor. Este título de una Diócesis histórica nos recuerda que recibimos
una herencia y que tenemos la
responsabilidad de transmitir la fe a la generación siguiente.
Que el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
el Padre de la gloria, nos dé espíritu de sabiduría y revelación para
conocerlo; ilumine los ojos de nuestro corazón para que comprendamos cuál es el
la esperanza a la que nos llama.
Veni,
lumen cordium para que pueda
ser un buen auxiliar de esta Diócesis y de D. Ricardo. Que antes de cualquier iniciativa diga, “Dios
mío ven en mi auxilio”, para colaborar a que la Iglesia mantenga la senda del
Señor hasta que Él vuelva.
Veni,
lumen cordium. Amén
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