María, mamá de Jesús, Señora de la entrega generosa. Tú nos muestras el rostro materno del Dios bueno, que es padre y madre de todos, que hizo los cielos y la tierra, que nos regaló el universo y la vida, que nos ofrece su amor para compartir con él sus anhelos, su esperanza, su proyecto.
María, modelo para seguir, Señora del testimonio fiel. Tú nos señalas por donde pasa el evangelio en nuestros días. Tú nos muestras cómo vivir tras los pasos de tu hijo en nuestra historia. En tu vida, llevaste a la práctica la fe de Jesús, la hiciste carne en tu propio cuerpo, y por eso, te llamamos feliz, dichosa, bienaventurada, porque el Señor hizo en ti maravillas.
María, modelo de apertura a la irrupción de Dios y sus llamados; modelo de escucha atenta a la Palabra, para guardarla, para meditarla, para encontrar en ella el sentido, la fuerza, el camino; modelo de entrega, generosa, sin retaceos, donación total y gratuita, libre en las manos de Dios, para hacer su voluntad y generar vida; modelo de seguimiento en la adversidad, en el silencio de Dios, fortaleciendo la fe en la paciencia histórica, y la confianza en los planes de Dios; modelo de solidaridad, de amor eficaz, comprometido, lleno de compasión y misericordia, como el amor de Jesús, pronto a la acción y al servicio.
María, maestra y pedagoga de la fe, Señora del Espíritu. Tú nos enseñas a conocer a Dios y a sus caminos. Tú vas abriendo huellas, señalando rumbos, esclareciendo horizontes. Acompaña nuestra marcha, camina cerca nuestro, ayúdanos a discernir lo que Dios quiere y busca de nosotros, enséñanos cómo y dónde buscar a Dios y a su proyecto. Danos fuerzas para conformar nuestra vida al Evangelio y producir frutos de vida nueva en nuestras comunidades.
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María, tú eres madre, modelo y maestra de los catequistas. Junto a tí queremos aprender a vivir y a transmitir el evangelio. Ilumina nuestro caminar para encontrarnos con el rostro del Padre. Que seamos, como vos, generadores de la vida de Dios. Alienta nuestra entrega para vivir como Jesús. Para actualizar sus actitudes, para concretar sus opciones, para sentir, creer y actuar como tu hijo. Que seamos como vos, testigos activos del Evangelio y del Reino. Conduce nuestros encuentros para enseñar con fidelidad la vida del Espíritu. Para hacer nacer la fe, para activar la solidaridad, para motivar la oración, para convocar al compromiso, para hacer concreto el amor, para mantener viva la esperanza. Que seamos como vos, espejos vivientes del Dios del Magnificat.
María, madre en la fe, modelo en el amor, maestra en la esperanza, Señora del Espíritu, camina con nosotros hacia el Reino de Jesús.
Marcelo A. Murúa
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