domingo, 23 de mayo de 2021

IGNATIUS 500


        


    Este año se está celebrando medio milenio, del inicio de la conversión de Íñigo López de Loyola, el que conocemos hoy con el nombre de San Ignacio de Loyola: fundador de la Compañía de Jesús y progenitor de los Ejercicios Espirituales. 

En el año 1521 Ignacio cayó herido por una bala de cañón en una batalla defensiva contra el ejército francés. Aquel hecho sirvió para que este hombre, valiente soldado, comenzara un proceso de conversión que le conduciría a la fe; concretamente, a “buscar y hallar a Dios en todas las cosas, y a todas en Él”. Es decir, a disfrutar de lo cotidiano como experiencia espiritual. 

Íñigo, tras el hecho sucedido en la ciudad de Pamplona, vuelve a casa; necesita respirar los aires natales del valle de Loyola, beber el agua del Urola, etc. Realmente sus situación demanda cuidados y reposo en la casa torre familiar. Este hombre tan dinámico, necesita distraerse para sobrellevar esta nueva aventura que le tiene postrado. Tal y como está, piensa, que quizá lo mejor sea leer libros de caballería, best seller del momento, que le entretengan y le sigan motivando su valor. No hay de estos, en la solariega casa de los poderosos Loiola, sin embargo sí hay libros sobre la vida de Cristo y de los santos. 

Esto que él sintió muy fuerte, mucho más que el dolor que sufrió en su pierna, lo sintió a la vez en el corazón. Una herida dejaba abierta, un camino lleno de obediencia, que finalmente cerraría la relación próxima con Jesús el Señor, que le convertiría en un hombre de Dios para los demás, un cristiano disponible para la Misión.

La experiencia de Dios que se iba fraguando en él, desde el comienzo hasta el final de su vida, eran vividas como las diferentes etapas del catecumenado. Sí, es verdad, la semilla de la Gracia, estaba sembrada en el Bautismo, pero claramente germinó, como ocurrió con los discípulos de Emaús, tras el acompañamiento de la Persona de Jesús que le llevó a deliberar y discernir, qué le pedía Dios y qué no, qué le hacía feliz y qué no.

            El itinerario espiritual de este hombre sería una propuesta más, a sumar al final del Catecismo Testigos del Señor, pues en la experiencia espiritual de San Ignacio de Loyola, el adolescente y joven, también, de hoy, puede encontrar referentes cristianos muy cercanos para su vida.

 

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