miércoles, 16 de diciembre de 2020

PROFETAS


El período de adviento se caracteriza por la promesa de un Mesías que vendrá a salvar a su Pueblo y este vivirá en esa onda durante mucho tiempo. Así pues, la Historia de la Salvación, narrada en la Sagrada Escritura, nos irá entregando piezas para construir un gran puzzle, que se verá culminado en la Encarnación del Hijo de Dios, pero que seguirá admitiendo pequeñas partes, las de cada una de nuestras diminutas historias, hasta nuestros días.


A lo largo de este período litúrgico una serie de personas o personajes tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento nos irán introduciendo en el Misterio de nuestra redención. Además de María y José, podríamos señalar a los profetas. Mención de honor tendrá Isaías, también Juan el Bautista, profeta a caballo entre la antigua y la nueva alianza. Juan, como precursor, realizará la función de “maestro de ceremonias” y nos irá presentando al que será la Luz y el Profeta.


Los cristianos, por el Bautismo, como hijos de Dios, participamos del triple ministerio de Cristo (sacerdote, profeta y rey). Por tanto, nosotros también llevamos la “carga viral” de ser profetas.


Sin ánimo de desarrollar -en esta breve columna- cuáles son las particularidades de un o una profeta, sí me gustaría resaltar que nuestro mundo precisa de auténticos profetas, personas que contemplen el mundo a la luz de la Palabra de Dios y devuelvan a este mundo, y no a otro que nos gustaría más, el reflejo de esa Palabra. La Iglesia también necesita profetas, hombres y mujeres de Dios, que transmitan al Dios que se nos revela en este momento, en una sociedad, muchas veces hostil como la nuestra y aparezcan profetas con esperanza y no solo como anunciadores de problemas. El Señor ilumina la vida de cada hombre, y le ofrece soluciones para sus problemas.


Evidentemente ser profetas significa ser auténticos, comprometidos con la alegría del Evangelio, implicados en las necesidades que afloran cada día, y que nos presentan los noticiarios. Y muchas veces siendo “políticamente incorrectos”, porque muchas veces los profetas expresan lo que no nos gusta oír aunque sea verdad. A veces es más bonito seguir la corriente, o guardar silencio ante las evidencias que nos vienen dadas por los acontecimientos de la vida, pero no sería “andar en Verdad”. Mirar para otro lado o actuar como si no viéramos sería la postura de los falsos profetas, que siempre los ha habido. La contemplación cristiana de la realidad pasa por aquí, y no tanto por una visión piadosa de la misma.


Catequistas profetas y catequesis proféticas para extraer la substancia de la Palabra de Dios, que ayude a abrir todos nuestros sentidos para captar al Dios-que-está-con-nosotros. ¡FELIZ NAVIDAD!

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