sábado, 24 de octubre de 2020

VIDA ESPIRITUAL DEL CATEQUISTA

 Que el catequista tenga buena calidad en su vida espiritual es básico, pues bebe de la Fuente para trasvasar esa agua a bocas sedientas.

         La lectura del Evangelio de cada día
le puede aportar la luz para su propio camino y más cuando acompaña a otros en un itinerario espiritual. El Evangelio contiene la Palabra del Señor, es el mismo Jesús quien nos habla. La contemplación del Evangelio, aplicando todos nuestros sentidos, haciendo uso de nuestra imaginación, participando como un personaje en la escena que se contempla, etc. y, finalmente, pudiendo sacar algo claro para la propia vida. Incluso el ejercicio de la lectivo divina con el texto del Evangelio.

         La oración, en todas sus modalidades (adoración, meditación, contemplación, rezo de la liturgia de las horas, mental, etc. ), ofrece al catequista un trato personal e íntimo con la persona de Jesús. Precisamente la intimidad con Él, la comunión con Cristo, es la finalidad de la catequesis.

         La celebración de la Eucaristía, “centro y culmen de la vida cristiana”, si es posible de forma diaria, pero imprescindible cada Domingo. La Eucaristía ofrece el alimento básico para poder caminar y portar sobre los hombros, al modo del Buen Pastor, a aquellos que se alejan o despistan del itinerario de conversión. También es momento de encuentro con la comunidad, que acompaña también a los candidatos para ser cristianos, y nos ofrece un estilo, un modo de vivir cristianamente.

La adoración, fuera de la celebración de la Santa Misa, como ese momento en el que nos dejamos mirar y querer por Aquel que nos llama e invita a estar con Él y los de Él. “Entramos en la iglesia para adorar y salimos para servir”.

         El examen de conciencia: repaso del día a día, agradeciendo el paso del Señor por la vida de cada uno. Al tiempo que pedimos perdón, por esas otras veces que no somos motivo para el encuentro con Dios. Además este ejercicio puede desembocar en la celebración del sacramento de la reconciliación, que nos pone en paz con nosotros mismos, con Dios y con su Iglesia.

         Podríamos enumerar más aspectos para mejorar o mantener la vida espiritual, como -por ejemplo- leer algunos textos de contenido espiritual, como puede ser la lectura de documentos de la Iglesia o la vida de algunos santos, que son ejemplo y modelo de ser cristianos.

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