lunes, 20 de abril de 2020

UN APLAUSO POR LA EVANGELIZACIÓN



         En primer lugar, quiero enviar un abrazo muy fuerte para todos, pues este tiempo de resistencia y de lucha, anima a que más que nunca estemos cerca y nos apoyemos mucho los unos a los otros.
Porque precisamente la lectura del Libro de los Hechos del Apóstoles que escuchamos el pasado Domingo de la Pascua, Domingo de la Divina Misericordia, muy en línea con lo que también describe la Carta a Diogneto, los cristianos fuimos enviados por nuestro comportamiento. Aquellas palabras se escribieron en tiempos en los que también las puertas andaban cerradas y, lo estaban por miedo. La Palabra de Dios es viva y eficaz, ilumina la vida de quien la lee y la escucha con la misma inspiración con la que fue escrita.
Pero estamos en tiempo de aplausos, de reconocer públicamente la acción de los demás. Ya era hora que esto fuera así, y que lo que nos moviera fuera entresacar las cosas buenas que realizan los demás, y más, cuando son en provecho propio.
La Iglesia, como es lógico y normal, no invita al proselitismo, es decir, a ganar seguidores para su causa. El Señor que inspiró la fundación de la Iglesia es más del “que no sepa tu mano derecha lo que hace tu izquierda” (Mt 6, 3).
Sin embargo, me gustaría salirme del guión, e invitaros a un aplauso interior, como seguro que ya lo estamos haciendo. Solo hace falta tener un poco de sensibilidad y mucho de objetividad para este reconocimiento. Amigos demos un aplauso por la evangelización. Sí, esta es nuestra finalidad como creyentes en el Resucitado, propagar la Buena Noticia de la Salvación.
Aquí nuestro aplauso por los papás que continúan responsablemente con la educación de la fe de sus hijos y alimentan la de toda la familia, dando un hueco en la distribución del día o de la semana a la celebración del Domingo, día del Señor. También para los catequistas, muy queridos míos y a los que les envío un abrazo muy fuerte, que continúan haciendo posible la misión evangelizadora de la Iglesia, como saben y como pueden, por tierra, mar y aire. Un aplauso para los profesores que continúan su misión de profundizar en el Misterio de Dios haciéndoselo llegar a sus alumnos, con constancia, tomando nota de la pedagogía de Jesús Maestro. Y, qué decir, de ese acompañamiento desde el COF para las parejas en confinamiento, dando pistas para el amor. Y la vida religiosa, y esas monjas, así como tantas personas voluntarias, haciendo mascarillas y epis, enviando un mensaje de servicio al mundo desde el Amor. Y la obra social de la Iglesia, a través de la caridad, habilitando espacios, como nuestro Seminario, para la acogida de los más vulnerables y recordándonos que la Caridad ni la Iglesia están cerradas, sino abiertas. Un aplauso para los ministros ordenados que se las ingenian cada día, con creatividad y celo apostólico, para hacernos llegar lo mejor que tienen: la Eucaristía. Acompañando a los enfermos en los hospitales, a las familias -en su mínima expresión- en el momento del duelo, del entierro de un familiar en los cementerios. Gracias a los medios de comunicación social que siempre sois altavoz, pero ahora más que nunca, para expresar la última hora. Y, muchas gracias, a los niños, a los adolescentes, a los jóvenes, porque por vuestra perseverancia conoceréis al Dios del Amor.

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