Hace gracia ahora la llamada del Papa Francisco a la Iglesia, para que seamos una “Iglesia en salida”, que parece se contrapone con una “Iglesia en casa”. Pero también otro Papa, Pablo VI, en el año 1975, parece que se adelantaba a su tiempo cuando en su exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi afirmó que los Medios de Comunicación Social son como una versión “moderna y eficaz del púlpito. Gracias a ellos se puede hablar a las masas”.
Los catequistas, ahora, confinados en
nuestras casas, deseamos mantener encendida la llama del Sagrario, lugar desde
donde se nos irradia el Mensaje del cual somos portadores para nuestras
parroquias y, también, para nuestros familiares, vecinos, compañeros, etc. para
el mundo entero. Seguimos siendo –aun así– como los antiguos profetas: heraldos
y pregoneros de la Buena Noticia. Para ello no escatimamos medios, por eso
desde nuestras casas podemos y debemos ser esa “Iglesia en salida” que nos
recomienda Francisco.
Y no será por falta de medios, porque
nos encontramos en la era de internet y todo lo bueno que la red nos ofrece lo
podremos y lo deberemos usar como medio de evangelización. Recordemos las
recomendaciones del Papa Juan Pablo II y Benedicto XVI en relación a la Nueva
Evangelización que precisa nuestro mundo, la cual habrá de ser: “nueva en su
ardor, en sus métodos, en su expresión”. Este tiempo nuestro nos ofrece una
gran riqueza de mediaciones que habrán de desarrollar nuestra creatividad
evangelizadora. Pero la oración es la mediación entre Dios y los hombres más
eficaz: “igual que un amigo habla con otro amigo”, así hablan Dios y el hombre.
Y para hablarles a los hombres de Dios, antes habremos de hablar con Dios.
Entones, después de este coloquio “tú y Él”, podrás servirte del medio que nos
resulte más eficaz para hablar de Él a ellos, en cada momento.
Estos días los sacerdotes intentamos
seguir en contacto con nuestros fieles y lo hacemos como sabemos y podemos,
pero en el fondo porque nos echamos de menos. Quizás nos han formado mucho en
el saber filosófico y teológico, incluso en el pedagógico, pero nos falta –o al
menos así lo acuso yo– poder recrear más la dimensión tecnológica, para poder
dar más de sí con todos los aparatitos que nos rodean. El Espíritu que sopla
para hacer nuevas todas las cosas nos inspira en cada momento para poder
afrontar este estado también de misión. Lo que es cierto, por lo que me va
llegando, en estos momentos duros y de mucho aburrimiento, es que se agradece
que alguien hable de Dios, de que no nos abandona, de que en Él tenemos puesta
toda nuestra esperanza y que el amor por Él nunca defraudará. Y esto,
especialmente si se hace de una forma visible, mejor.
Y el hecho de que se suspenda la
catequesis presencial no quiere decir que se suspenda todo lazo entre la vida
familiar y la eclesial. No olvidemos que el hogar es “Iglesia doméstica” y los
catequistas no podemos prescindir de los medios que conocemos para que en este
“estado de retención y alarma” nos podamos seguir vinculando unos a otros:
enviando correos que aporten datos, pistas, recursos, enlaces, etc. que puedan
mantener viva la antorcha de la Iniciación cristiana, es decir, que fluya el
acompañamiento, dando esta vez toda la responsabilidad a los padres, como
principales educadores de la fe de sus hijos.
En este sentido la parroquia habrá de
ser una red de redes, comunidad de comunidades, que ahora gracias a la red
podremos estar más unidos ya que nos resulta imposible convocarnos
presencialmente. No olvidemos las distintas imágenes que nos ofrece el
Evangelio para hablarnos de la Iglesia, por ejemplo: una vid, unos sarmientos.
Por eso esperamos el día de la Pascua, en el que encenderemos el Cirio Pascual
y cantaremos “Luz de Cristo” porque habremos pasado de las tinieblas a la luz,
y celebraremos que Jesucristo venció a la muerte, al pecado que nos postra y
subyuga. Hasta entonces, ansiamos el día en el que hayamos pasado por todo el
dolor y la prueba, por los momentos de agonía y Getsemaní, para poder celebrar
todos juntos que Jesucristo está vivo, que en Él habremos de poner toda nuestra
esperanza.
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