Desde hace tiempo que
nos venimos preparando para el Congreso Nacional de Laicos que celebrará en
Madrid el próximo fin de semana. Nuestra diócesis se ha esta movilizando,
especialmente desde el apostolado seglar o laical para aportar una palabra desde
cómo los laicos viven su ser y estar en la Iglesia. La verdad es que como
Iglesia tenemos puesta mucha esperanza en este Congreso, por él y por las
personas que participan oramos.
A mi me gustaría
enunciar, una vez más el objetivo de este congreso, porque toca de lleno a la
vida del catequista, en su mayoría de estado laical, y toca -por tanto, a la
catequesis-. Este objetivo no es otro, sino: “Impulsar la conversión pastoral y
misionera del laicado en el Pueblo de Dios, como signo e instrumento del
anuncio del Evangelio de la esperanza y de la alegría, para acompañar a los
hombres y mujeres en sus anhelos y necesidades, en su camino hacia una vida más
plena”.
Está claro que la
Iglesia, a cada momento, necesita tomarse el pulso, hacer un seguimiento de sus
constantes vitales, y son los laicos los que más pueden aportar en este
sentido. Los laicos sois la mayoría de la Iglesia, y junto a nuestros pastores,
vivimos la corresponsabilidad de la Iglesia. La catequesis desde su inicio necesita
educar la fe en este sentido: La Iglesia es el pueblo de Dios formado por todos
los bautizados que configuran en su totalidad un cuerpo, cada uno desde su
carisma y vocación, desarrollamos la misión evangelizadora de la Iglesia, que
es -como digo- tarea de todos. Cristo es nuestra cabeza, Él por el Espíritu
Santo y en total relación con el Padre, dirige la Iglesia y nosotros cada día
tendremos que oír su voz, dejarnos inspirar por su Palabra para poder acompañar
a nuestro Pueblo para que nos sintamos eso en lo que creemos: Iglesia.
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