miércoles, 31 de julio de 2019

FESTIVIDAD DE SAN IGNACIO DE LOYOLA




























Celebramos hoy la festividad de San Ignacio de Loyola.
 Vamos a reflexionar unos momentos en algún aspecto de su vida, que nos pueda servir de ejemplo y testimonio, en esa espiritualidad que nos ha legado. Después bajo su intercesión nos uniremos en la Plegaria Eucarística para darle gracias al Padre.
Hay una frase especialmente significativa que preside el oratorio de la Conversión en la Santa Casa de Loyola, que dice: “Aquí se entregó a Dios Iñigo López de Loyola”. Allí en la larga convalecencia de la herida recibida en el cerco de Pamplona Íñigo de Loyola escuchó la llamada de Dios, respondió con generosidad total y siguió a Jesús. 
La conversión supuso para él un descubrimiento íntimo de Jesús, de su persona, y un paso decidido para la implantación del Reino de Dios en nuestro mundo. El Reino de Dios que consiste en que la voluntad de Dios se implante entre nosotros.
Seguir a Jesús no significa huir hacia un pasado ya muerto, sino tratar de vivir hoy con el espíritu que le animó a Él. Ignacio de Loyola conocía a fondo la sociedad en la que le tocó vivir, y trató con todos sus medios de anunciar en ella el mensaje de Jesús. No dio la espalda al mundo, se introdujo en él, para escoger compañeros con los que organizó y fundó un grupo, una orden religiosa que ha resultado con el paso del tiempo espléndida para el afianzamiento de la Iglesia. Por ello los jesuitas de todos los tiempos han presentado la Iglesia en todos los continentes, abierta a toda la variedad de culturas, manteniéndose fiel al espíritu de Cristo.
San Ignacio de Loyola fundó la Compañía de Jesús, pero además dejó una espiritualidad fundamentada en los Ejercicios Espirituales, que él escribió, mejor dicho, que él vivió, su experiencia espiritual; ellos son una propuesta de encuentro con Dios en esta vida dirigida a quien quiera seguir a Cristo. Permitidme dos palabras sobre esta espiritualidad, cuya enseñanza ha producido frutos maravillosos de seguimiento al Señor en la historia de la Iglesia.
Ignacio consideraba que los Ejercicios son una vía hacia Dios, no la única, pero, si a alguien le ayuda, puede estar seguro de que está en el buen camino. Su fin es ayudar a las almas a descubrir personalmente a Aquél que está en el origen y estará en el término de nuestra vida.
San Ignacio inicia los Ejercicios invitando a que cada uno encuentre personalmente a su creador y salvador (su Principio y Fundamento). Este encuentro con el Señor lleva a descubrir lo que el Señor quiere de nosotros, haciendo de nuestra vida una vocación y una misión personal (Elección de estado de vida – Rey temporal/rey eternal).

La característica más señalada de la espiritualidad ignaciana es ser una fe personalizada, insistiendo ante todo en la responsabilidad que cada persona tiene, o que está llamada a tener, en la historia de Dios con nosotros (el discernimiento). San Ignacio hace hincapié en que cada uno de nosotros somos solidarios de una historia que va por mal camino y que estamos en connivencia con las fuerzas de este mundo. Cada cual ha de asumir su responsabilidad en todo cuanto ocurre en el mundo. Presenta a Cristo, que, con su voluntad de salvarnos, nos llama a construir con Él una nueva civilización de amor, a hacer lo que Él hizo. No es posible permanecer como espectador pasivo, sino “implicarse en un drama en el que las fuerzas del mal combaten contra Dios”. (2ª semana de ejercicios – contemplación de los misterios del Señor y reflectir para sacar algún provecho).
Esta espiritualidad no deja de lado los problemas, sino que asume y trata de encontrar en ellos el espíritu del Señor que rige la historia de la humanidad con nosotros. No es puramente una escuela de oración, ni una ideología, es mucho más, es una manera de vivir con el Señor la vida en toda su realidad aquí y ahora. Por ello la contemplación de La Encarnación, Dios entre nosotros, es vital para entender esta forma de ser cristiano, de ser para los demás.
Esta espiritualidad ignaciana ha tenido innumerables seguidores, no solo en la Compañía de Jesús, también en muchas órdenes, congregaciones, grupos religiosos y particulares, que la han seguido como guía para sus vidas y a San Ignacio como verdadero maestro espiritual.
Ante la figura de nuestro santo debemos preguntarnos hoy, a quién seguimos en nuestra vida, qué mensajes nos convencen, qué causas defendemos, a qué lideres nos adherimos, qué intereses obedecemos. Precisamente ante el crucificado Ignacio se hace una triple pregunta: “¿Qué he hecho, qué hago y qué debo de hacer por el Señor?” = La Conversión.
Hemos de estar dispuestos a oír la llamada de Dios y a responder con generosidad como Ignacio de Loyola, aunque suponga una ruptura plena con nuestra vida que ha quedado atrás. Esta será la petición de toda la 2ª Semana: “… no ser sordo a tu llamada sino presto y diligente en cumplir tu santísima voluntad”.
Que San Ignacio con su ejemplo y patrocinio nos ayude a construir una sociedad, según los designios de Dios, en la paz, justicia y libertad que Dios quiere para sus hijos. Es un logro que hemos de conseguir entre todos. Que nos ayude a los que hoy le invocamos sepamos mantenernos unidos en una misma fe y a presentar una Iglesia abierta a todos los que integran nuestro mundo, con un mismo deseo de trasmitirle el Evangelio de Jesús.
Que San Ignacio de Loyola nos ayude con su intercesión. Sea esta nuestra oración de hoy.

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