sábado, 5 de enero de 2019

MUSICAL 33



            Durante este tiempo navideño he recibido dos grandes catequesis en espacio público: la primera en el Teatro Auditorio de la villa de Íscar y, la segunda, en una carpa del recinto ferial IFEMA en Madrid. Se trata del Festival de Navidad de catequesis de mi parroquia; y, del musical 33. Los catequistas echaron el resto en la preparación de dicho festival y Toño Casado, sacerdote diocesano de Madrid, con mucho aire salesiano, autor de 33, vio cumplido su deseo de dar a conocer a Jesús el Señor.
            Al final del Musical 33 los actores, los músicos, los técnicos, etc. saludaron con gran ovación de los espectadores, entre los que se veían muchas religiosas, unas 70 procedentes de nuestra diócesis, en viaje de la CONFER, también se veían familias y jóvenes, entre los cuales también estábamos un autobús de las parroquias del arciprestazgo Pinares de Valladolid. Se entregaron cuatro cheques con el 33% de la recaudación de esa sesión, unos 10.000€, destinados para distintas ONG´s o entidades como Escuelas Católicas, Cáritas Diocesana de Madrid, Mensajeros de la Paz, etc. Finalmente, el autor nos transmitió su deseo de felicidad para el Año Nuevo, así como su deseo más grande de transmitir a los demás lo allí vivido: El Amor salva a las personas. Estamos hechos para ser felices. Jesús nos enseña todos esto. Pasemos por el mundo ayudándonos unos a otros. Y, a modo de envío nos dijo: “contádselo a los demás”. Y en ello estoy.
            Tal y como lo veo yo, 33 es un magnífico proyecto que transmite parte de la actualidad de nuestro Dios y todo lo que gira alrededor de Él, como es la Religión. Creo que todavía hoy nos cuesta mucho a los creyentes el poder concretar la Encarnación de Dios: Dios se ha hecho hombre, se ha hecho uno de nosotros, es Dios-con-nosotros. Pero nos cuesta la integración humano-divina, es decir, nos cuesta reflejar la fe en la vida. Y esto, actualmente, para muchos es motivo de escándalo, como lo fue en tiempo de Jesús de Nazaret. La enseñanza de Jesús, como Maestro de Religión, se concreta en que el Amor a Dios se expresa en el Amor al Prójimo. Él, ya en su tiempo nos abrió a todos los sentidos para que pudiéramos contemplar la realidad, para que le pudiéramos reconocer en la cotidianidad, en las relaciones trabadas con los demás, al partir el pan, al compartir la mesa con los más desfavorecidos, al escuchar su Palabra, al hablar con Él, al celebrarle, al hacer denuncia social, al ser crítico con la religión del momento, etc. Pero nos invitó a lo que San Ignacio de Loyola llamó “reflectir para sacar algún provecho” [EE 107].
Es decir, todo lo que Jesús hizo y dijo, estuvo muy bien, como lo vivieron todos sus discípulos y todas aquellas personas que le siguieron más cerca o más lejos, pero es que ¿todo quedó truncado por la muerte en Cruz? ¿Perdimos la esperanza que habíamos puesto en Él? Sinceramente ¡no!, pues sin la Resurrección vana sería nuestra esperanza (cf. 1Cor 15, 4). Ahí está nuestro momento, el tiempo del Espíritu de Dios, el que mueve ahora también a la Iglesia a dar testimonio de la fe, por muy pequeña que esta sea, para que no caigamos en los mismos errores (tentaciones) de la sociedad del tiempo de Jesús, y podamos guiarnos por el Amor que es el mismo Dios. Por ello los seguidores de Jesús, tenemos el deber de vivir unidos y salir a anunciar que Jesús es el Señor, como nos invita tantas veces el Papa Francisco (“Iglesia en salida”), y acudir a las “periferias existenciales” y a no recluirnos solo al calor de nuestros templos, pero sí que en ellos recibamos la Gracia para continuar la Misión del Señor por el mundo.
El “más de lo mismo” creo sinceramente que no nos ayudará. El Evangelio nos muestra a Jesús como “camino, verdad y vida” (Jn 14, 6), mirémonos desde Él y hagamos su voluntad: que os améis como Yo os he amado (cf. Jn 15, 12-14).

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