martes, 27 de febrero de 2018

HUMANIDAD DE JESÚS EL SEÑOR


La Cuaresma nos invita a sintonizar con los sentimientos de Cristo, Dios y hombre verdadero, sintetizado en una sola persona. Hay un ejercicio de piedad que es el Viacrucis en el que los cristianos podemos acompañar a Cristo, de quien dijo Pilato: “Ecce Homo” (Jn 19, 5: “¡He aquí al Hombre!”).
Hoy vivimos un poco en la superficialidad y nuestros sentidos están copados de otras muchas cosas que nos impiden ver la belleza que se nos muestra a través de la humanidad de Jesús el Señor. Hoy los medios de comunicación social, las redes sociales, etc. llenan nuestro tiempo y espacio, ganando mucha relación y comunicación virtual, pero en detrimento de la relación personal que nos permite aplicar todos y cada uno de nuestros sentidos: oler, gustar, tocar, oír y ver.
Pero, hay que intentar buscar siempre algo positivo a todo; incluso de lo que nos perjudica podemos sacar algo bueno y percibir que, en ocasiones, conviene atiborrarse para darse cuenta de que muchas de esas cosas no llenan, y es lo que ojalá pueda dar pie a la conversión del corazón.
En la humanidad de Cristo, el Señor, encontramos los hombres nuestra plenificación, pero ¿cómo puede quedar representado el canon del ser humano en este hombre, tal y como le vemos camino de la Cruz? ¿Dónde está la plenificación del ser humano? Jesús mismo nos dijo: Quien quiera ganar su vida, la perderá (cf. Mt 10, 39). Dios, en Jesucristo, se abajó, se hizo uno como nosotros, excepto en el pecado.
En la vida de todos los días, aunque parezca todo lo contrario, nada se pierde, ni una lágrima, ni una oración, ni un tiempo gratuito. La fe en Jesús nos llena de esperanza porque nada de lo que a nosotros nos ocurra, no le ha pasado a Él antes.
Nuestra misión como catequistas, como educadores en la fe, padres, padrinos, profesores, etc. será siempre plenificadora; de amor, de confianza, llena de esperanza. Dios cuenta con cada uno de nosotros, con la manera que cada uno pueda y sepa pueda transmitir el Evangelio de Jesús.
Os invito a que durante este tiempo de Cuaresma, tiempo previo al Tríduo Santo, a sintonizar con la humanidad de Cristo sufriente, para que muriendo con Él podamos resucitar con Él.



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