La fiesta de San Enrique de Ossó supone para los catequistas un motivo para encontrarnos, para celebrar la fe,
poder celebrar la Eucaristía junto a nuestro pastor, representado un año más
por D. Luis Argüello, nuestro obispo auxiliar. Pero también es una ocasión para
poder descubrir algunas facetas de la vida de San Enrique de Ossó, porque para
eso nos le ha propuesto la Iglesia, para ser un patrón, alguien en quien
fijarnos, especialmente en lo que respecta a nuestra misión catequética.
San
Enrique de Ossó fue un buen catequista, un catequista santo, en su misión de
aconsejar y acompañar a las personas, estuvo cercano, facilitando el encuentro
con Jesús y provocando la conversión. La fuerza, la palabra oportuna, el buen
consejo, el discernimiento,… todo, le venía de lo Alto. El Señor lo era todo
para él. Lo había aprendido muy bien de Santa Teresa: “Solo Dios basta”. Y era
la máxima cota que se proponía en la vida estar con Jesús, pero en todo, en
todos. A Dios le llevaba los niños y a los niños llevaba a Dios. Ese era el
círculo vicioso del que bebía este sacerdote del siglo XIX.
Algunas notas pedagógicas muy claras que hay en su vida, que las expuso en su
tiempo, pero son muy válidas para nosotros hoy.
1ª “Solo Dios basta”. En el fondo se nos está hablando de las
raíces de nuestra fe: ser creyentes. Esto quiere decir: estar apegados al
Señor, tener intimidad con Él, facilitar el encuentro,… y por otro lado:
conocer la Verdad que para nosotros es Él: “camino, verdad y vida”. Nuestras
catequesis deberán estar muy impregnadas de la fe del catequista que transmite
la fe de la Iglesia que tiene puesta en “Jesús, el Señor”.
2ª San Enrique da mucha importancia a la enseñanza del Catecismo.
Y dice él que “aprovecha más un buen catequista que un gran predicador”.
Nosotros, como catequistas, no mostramos nuestras ideas, ni tan siquiera ideas
utópicas, ni teorías fantásticas,… sino que transmitimos la historia de la
salvación, tal y como se nos ha contado y que contiene hasta los hechos de nuestros
días. En el Catecismo encontramos la pauta que hemos seguir para iniciar en la
vida cristiana.
3ª Jesucristo es el modelo perfecto para cualquier cristiano y
especialmente para el catequista. Él no vino al mundo para hacer
grandes discursos, oratorias, sino para catequizar. Tuvo especialmente tacto
con los destinatarios: a los discípulos les hablaba en privado (Mc 4, 33), a
las gentes sencillas les hablaba con un lenguaje apropiado, en parábolas (Mt
13, 34), a los fariseos les decía que estaba por encima siempre el hombre (Mc
2, 27), a otros les ayudaba a reintegrarse en la sociedad en la que vivían como
marginados (cf. Lc 17, 11-19), curaba y perdonaba los pecados (cf. Mt 9, 1-18),
incluso ponía como ejemplo a los niños para entrar en el Reino de los Cielos
(cf. Mt 18, 3), etc.,… catequizaba con el ejemplo.
4ª San Enrique de Ossó hacía especial hincapié, también, en la vida de
piedad. Es decir, una vida que me habla de conocer a Jesús, que es una
persona, a la que tengo deseos de amar, servir y seguir. Ahí estará la
orientación tuya, como catequista, para percibir que actividad es más
conveniente y cual otra no.
5ª Iniciar a los niños en la Misa Dominical. Cada domingo la
Iglesia se reúne para celebrar la Eucaristía como lo estamos haciendo en este
momento. Esa comunidad, de la que tú y yo formamos parte como Pueblo que
formamos.
6ª La Escuela
de Catequistas se dirige preferentemente a formar buenos y celosos
catequistas. Nuestro tiempo precisa catequistas bien preparados en el ser, en
el saber y en el saber hacer.
Los catequistas de la diócesis hacen
una gran labor, y se lo reconocemos y agradecemos. Una misión que han recibido
y que ejercitan desde la vocación a la que se han sentido llamados.
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