En el Antiguo Testamento los creyentes creían mantener
una buena relación con Dios en la medida que cumplían una serie de preceptos.
La ley era mediación entre Yahvéh y los hombres. Cumplir las leyes era sinónimo
de estar en buena relación con el Señor. La ley tenía mucha importancia para
ellos hasta tal punto que los cinco primeros de la Sagrada Escritura, el
Pentateuco, contiene la ley, la ToRàH.
Jesucristo no abolió la ley judía sino que la dio un
nuevo cumplimiento: “No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no
he venido a abolir, sino a dar plenitud” (Mt 5, 17). Par los cristianos, la
mediación entre Dios y nosotros pasa por Jesús
el Señor; Él es nuestra Norma, el Amor.
Desde esta concepción cristiana el ser humano prevalece
ante cualquier norma (“El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el
sábado”: Mc 2, 27), el Amor es el exponente máximo en nuestro marco de
convivencia.
Los niños, en catequesis, se inician en diversos aspectos
que tienen que ver con la relación con Dios y el prójimo, es lo que el Catecismo denomina como “moral”. Los
adultos (padres, abuelos, padrinos, comunidad cristiana en general, etc.) somos
responsables de comunicar a los más pequeños aquellos aspectos que son propios
de nuestra convivencia cristiana. Nos tenemos que implicar para contagiar la
experiencia de vivir con alegría nuestra fe y el deseo hondo de compartirla con
los hermanos. Y, por el contrario, desechemos todo tipo de cumplimiento rígido,
amoral, que no da testimonio ni provoca intimidad con el Jesús el Señor.
Los más pequeños aprecian que sus papás les acompañen
cada domingo a la iglesia para celebrar el Día
del Señor, cuando se interesan por lo que hacen durante la catequesis,
cuando les narran experiencias cristianas que ellos vivieron, cuando la familia
se integra en las actividades que propone la parroquia, etc.
Ellos
son eso, niños, están comenzando a descubrir el estilo propio de los
cristianos. A veces pretendemos que nuestras celebraciones, llenas de niños, se
viva el silencio de una biblioteca mientras se canta “La Misa es una fiesta muy
alegre…”. La ley de Dios es para todos, pero se debería adaptar a cada
circunstancia, a cada persona. Dios así lo dispuso al tratar con: Marta y
María, María Magdalena, los leprosos, fariseos y publicanos, etc. Fijémonos en
Él, pues en Cristo está la medida de nuestra horma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario