Es verdad, los tiempos cambian muy
rápidamente, tanto que a veces ni nos enteramos en qué día vivimos, porque al
final no distinguimos unos días de otros. El Domingo sirve para cortar con la
rutina, para sugerir proyectos que surgen de la comunicación familiar, para
hacer actividades juntos, para visitar algún familiar, para divertirse, para
viajar, para leer, escuchar música, para dialogar en familia, para el ocio y el
tiempo libre, para lavar el coche, para ir al cine, para ir a un parque natural
de tantos como tenemos en nuestra comunidad, para salir con la bici, para
pasear al perro, etc.
Pero
al final los domingos quedan sobrecargados por la demanda de la casa, la puesta
al día de algunos trabajos pendientes, el no saber qué hacer e ir de compras.
Lamentablemente algunos domingos se puede ir de compras, por ello los comercios
pequeños reivindican que el “Domingo es para la familia”. Es verdad, que hay muchas profesiones que tienen que trabajar el Domingo, especialmente todas aquellas que están al servicio de la sociedad, pero esta –a veces- mirando su propio bienestar no reconoce algunos aspectos que están por encima del bien particular.
Vivimos en un país con profundas raíces cristianas, nadie lo debería negar; nuestra cultura está inseparablemente unida a la religión cristiana. La gran mayoría de los españoles somos cristianos, por lo menos las estadísticas más recientes hablan de que casi tres cuartas partes de la población es cristiana. Estos datos autorizan a seguir marcando en el calendario los hitos más importantes de la vida de un cristiano: Navidad, Semana Santa y fiestas patronales. Es muy triste que a veces valoremos más lo de fuera que lo de casa. Protejamos nuestra cultura como patrimonio en medio de la diversidad.
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