La devoción al Sagrado
Corazón de Jesús está muy arraigada en nuestra diócesis vallisoletana.
La palabra corazón nos habla
del centro, del núcleo, de algo muy importante, por ejemplo, de un órgano vital
del cuerpo humano. Efectivamente Cristo es el corazón de la Iglesia y, por
ende, desea ser el corazón de las personas, por eso desea reinar o morar en
nuestro pobre corazón.
Jesucristo es el corazón de la catequesis, el fin hacia
el que caminamos; aspiramos hacia la plena comunión. Y todo nuestro afán es
poder estar con Él, es decir, que cada vez seamos nosotros menos y Él más. Realmente
estando en la presencia de Dios, todos nos podemos sentir importantes, aunque
estemos con las manos vacías, pues seguro tendremos el corazón lleno. Por eso
el proceso de Iniciación cristiana conduce a la conversión de nuestro corazón,
un corazón a veces duro y poco sensible con las necesidades de los demás.
Aquellos que están en el proceso de ser cristianos, están
llamados a conocer a Jesús, quien conoce al Señor de verdad, le amará, le
seguirá y le servirá. Quienes se conocen pueden llegar a amarse.
El Corazón de Cristo mana,
palpita, late; desea donarnos su vida, especialmente en la Eucaristía. Su
presencia real, tanto en la Eucaristía como en el Sagrario nos permite vivir en
comunión con Él y con el prójimo.
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