El mes de mayo tiene algunos
aspectos muy característicos que se repiten cada año: mes de María, mes de las
flores, Pascua, Primeras Comuniones, etc. Nuestras parroquias se llenan de luz
y de color, muy propio del tiempo pascual; es un mes en el que van concluyendo
las catequesis para dar paso al gran acontecimiento esperado durante dos o tres
cursos: las Primeras Comuniones.
Y me pregunto: “¿no estaremos
exagerando con las Primeras Comuniones?”.
Durante el tiempo en el que los
niños están en la catequesis, los catequistas, también los padres, deberíamos
aportarles información verdadera de lo que supone realmente recibir por Primera
vez a Jesús el Señor en sus vidas. Y,
también, a lo que les compromete. Claro, con palabras y gestos, que pueda
entender un niño de 9 o 10 años.
En las parroquias está claro que, a
través del acto catequético y la Eucaristía Dominical se va construyendo un
sujeto que sea muy consciente de a quién espera recibir en su corazón y por
qué. Sin embargo, no estoy seguro si las familias lo tienen tan claro, al menos
a los hechos me remito: montajes fotográficos, vestidos, flores, regalos,
invitados, banquetes, grupos de WhatsApp
de madres con distintos puntos de vista, etc. Todos estos aspectos se han de
preparar con tiempo y coordinar con los miembros de la familia, además de
interactuar con la celebración eucarística de la parroquia. Al final, sin
intención de desanimar, simplemente analizando la realidad, fomentamos o transmitimos:
nervios, presión, ostentación, ganas de que pase todo enseguida, etc. y en
consecuencia una Primera Comunión que no lleva a una Segunda, una Tercera, etc.
Vemos niños muy ilusionados, y, sin embargo, súper dependientes de una sociedad
de consumo que parece que marca desgraciadamente el sentido final de este Gran Sacramento.
¿Por qué reorientar este Sacramento?
Yo abogaría porque la celebración de ese día, tan anhelada por los niños, fuera
más sencilla y verdadera; qué tuviera mucho que ver con lo que Jesús el Señor
nos encomendó: “haced esto en memoria mía” (Lc 22, 19). Especialmente sería
bueno que familia y parroquia se coordinaran para dirigir a los niños dóciles
para recibir el “Pan de la Vida” (Jn 6).
No hay comentarios:
Publicar un comentario