La presencia de personas venidas de fuera es muy habitual entre nosotros: en nuestra comunidad de vecinos, algunos colegios parecen la ONU, en los centros de trabajo, en los lugares de ocio y tiempo libre, en nuestras parroquias encontramos familias enteras, incluso ministros, etc. Convivimos todos juntos. La diversidad es una gran riqueza para todos y, por ello, no debe ser vista como una amenaza. En nuestras parroquias hay algo que nos une a todos: un solo Señor, una sola Fe, un solo Bautismo, un solo Dios y Padre. En nuestras calles hay algo, también, que debería favorecer la unidad: somos seres humanos, todos tenemos derecho a vivir con dignidad.
Realmente, la migración es una realidad muy común y constante en todo lo que los cristianos llamamos Historia de la Salvación. Ella está presente entre nosotros desde los orígenes de la formación del pueblo hebreo como tal (cf. Dt 26, 5), hasta la comunidad de cristianos que nos consideramos Iglesia que peregrina en esta tierra; pasando por migraciones voluntarias o violentas forzadas por imperios o por el hambre. Hasta Jesús el Señor, el hijo de Dios, tuvo la experiencia de inmigrante, pues desde niño experimentó el desplazamiento (cf. Mt. 2, 13.23).
Ante esta realidad nuestras parroquias deberán suscitar espacios donde se promueva la solidaridad, la acogida, el diálogo y la comunión fraterna. Habremos de ser comunidades cristianas de puertas abiertas para todos, sin preguntar credos ni costumbres. Así como fortalecer el acompañamiento de los que van llegando nuevos, sin olvidar a otros muchos, también, que emigran de aquí para allá.
Tanto en la catequesis como en la liturgia nos podremos enriquecer con la diversidad de expresiones que cada cual tiene para relacionarse con Jesús el Señor. Igualmente podremos dar testimonio que invite a la inculturación de los que llegan, pudiendo aportar unos y otros lo mejor de nosotros mismos.
Lo que parece muy importante es acoger a los demás como si acogiéramos al Señor (cf. Mt 25, 40.45). Dios se hace presente especialmente en medio de la pobreza de este mundo y existen tantas... Pidámosle sensibilidad para descubrirle especialmente en nuestros hermanos migrantes, para así más amarle y servirle.
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