


Venimos con lo que somos y
tenemos, con nuestras luces y nuestras sombras, con nuestras riquezas y
pobrezas, con nuestras fuerzas, aún así, venimos porque sentimos el amor de
Dios que necesitamos renovar para continuar caminando. Los catequistas aportáis
la frescura, la creatividad, la disponibilidad, la alegría de la fe. Las
religiosas teresianas hacéis ofrenda de vuestra entrega y consagración, todo
por Jesús, como Teresa, como Enrique, como María, como la Iglesia. La comunidad
parroquial nos entregáis el testimonio de una vida injertada en el cuerpo de
Cristo que en el templo se hace presente para adorar con el deseo de que al
salir nos pongamos a servir. Los
ministros del Señor ofrecemos nuestras vidas, poniendo los ojos siempre en
aquel que nos ha llamado a vivir con Él y nuestra vida sea reflejo de nuestra
relación constante con Él.
Señor, estamos dispuestos,
puedes seguir contando con nosotros. Que vivamos esta celebración como una
auténtica fiesta para que nuestra vida sea redundancia de lo que aquí
celebramos.
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