Si tuviera que catalogar con una expresión lo que viví en la JMJ 2016, fue como una “experiencia inolvidable”. Desde que salimos el 17 de julio, hasta que llegamos el día 3 de agosto, toda mi vida lo recordaré como el paso de Dios por mí a través de todo lo que Él me puso delante.
Un autobús lleno de jóvenes, acompañados por cinco sacerdotes, también jóvenes, de nuestra diócesis partimos hacia Cracovia, llenos de alegría y con gran ilusión. Todos nosotros convocados por el Santo Padre, Papa Francisco, para encontrarnos con él, con una gran multitud de jóvenes de todo el mundo, para ser confirmados en la fe y celebrar el gran jubileo de los jóvenes en este Año de la Misericordia.
El mensaje del Papa para esta convocatoria tenía por lema: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5, 7). La misericordia, por tanto, la dama de la fiesta; pues esta fue la fiesta de los jóvenes para celebrar la misericordia. En todo momento pudimos vivir esta gran fiesta con mucha alegría, la misma que tiene el Padre, de la parábola (cf. Lc 15, 11-32), cuando regresa su hijo perdido, y la misma con la vive el hijo, al regresar a la casa paterna.
El itinerario que emprendimos los jóvenes de Valladolid, unidos muy de cerca a los de otras diócesis españolas como, Astorga, Ciudad Rodrigo, Zamora, Burgos, Coria-Cáceres, Toledo, así como al resto de jóvenes del mundo, fue en una doble dirección: hacia dentro y hacia fuera.
Hacia fuera porque hicimos un recorrido, con un itinerario concreto, especialmente por nuestro paso por algunas ciudades de algunos países de Europa central (Berlín, Dresde, Praga, Poznan, Czestochowa, Auschwitz, Boschnia, Cracovia y Viena), y hacia dentro, porque ese recorrido no solo fue turístico, sino con él se nos quiso aportar una gran dosis de realidad como soporte para nuestra vida de fe.
Cada uno de esos sitios nos han ayudado a configurar dentro de nosotros una posición ante el pecado, el reverso de la misericordia, y para luchar contra el pecado con las armas del Amor y, valga la redundancia, la misericordia.
Hemos escuchado a lo largo de estos días, en las catequesis, en las homilías de la Eucaristía, que el hombre cuando se aparta de Dios, cuando intenta construir un mundo sin Dios, más bien consigue la deshumanización. Berlín reconstruida desde la nada, así nosotros muchas veces nada, polvo, ceniza, barro, fango, con la gracia de Dios, deseamos ser reconstruidos y volver a ser lo que éramos desde los orígenes. Czestochowa, Santuario de la Virgen, lugar de múltiples guerras, se convierte en referente de un país para venerar a la Madre de la Paz. Auschwitz, centro del odio, del pecado, de la maldad de la que se puede ser capaz, camino para en silencio solamente orar, rezar por las víctimas, así como por sus verdugos, etc. etc. Todos estos lugares, muchas veces llenos de contrastes, como la vida misma, pues el trigo nace junto a la cizaña y ambos conviven juntos, pero la buena labor del agricultor está en discernir la una de la otra.
El papa Francisco en el Viacrucis, con previa enumeración del mal en el mundo, se preguntaba: ¿Dónde está Dios cuando el hombre sufre? Y la respuesta de Francisco fue: “Jesús está en ellos, sufre en ellos, se identifica con cada uno”. Y a continuación invitó a los jóvenes a desvivirse generosamente por los demás, pues “quien no vive para servir, no sirve para vivir”.
Al día siguiente el Santo Padre, en la Vigilia de Oración, escuchó el testimonio de algunos jóvenes. Dicho testimonio le interpeló en sus palabras, para invitar a los jóvenes a ser conciliadores, pues aun llegando de muchas naciones que pueden estar en guerra entre ellas, los jóvenes allí reunidos son testigos del amor, de la misericordia y la paz. Por eso el papa habló de distintas parálisis: la de sentirnos paralizados y la otra, aun peor, que es la que conlleva estar tirados en el sillón, la parálisis de la comodidad.
Junto a las palabras en la Eucaristía del envío, todos nosotros trajimos en nuestras mochilas, la presencia de Dios que se hace hombre en cada uno de nosotros, como somos, como vivimos, con nuestras culturas, aspectos, etc. y que es redentor del género humano.
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