El tiempo estival es muy
largo, pero si no se aprovecha el tiempo pasará en balde. Nos podemos hacer muchos
propósitos para el verano, como leer un libro, llevar al día el trato de
amistad con el Señor, celebrar la Eucaristía diariamente, o al menos dominical
mente, hacer ejercicios espirituales, etc. Todo esto está muy bien, pero este
verano que se atañe al Año de la
Misericordia te invito a hacer una buena confesión.
Precisamente celebrar el
sacramento de la misericordia te ayudará a crecer en el Amor de Dios, en el
camino de la conversión, y podrás centrar tu vida para vivir con mayor orden y
a la larga de una manera más feliz.
Estaríamos muy equivocados
si pensáramos que la vida ha de seguir la máxima de comamos y bebamos que
mañana moriremos (carpe diem). Nuestro
corazón anhela la felicidad más plena, más a larga. Jesús el Señor nos la propone hasta la vida eterna.
Busca tiempos para meditar
la Palabra de Dios, contémplala, no tengas prisa, ilumina tu vida desde esa
Palabra, pues es Dios mismo quien se refleja en tu vida. Si no existe esa Luz,
corres el riesgo de equivocarte: si no tengo pecados, si lo mío no tiene perdón
de Dios, perdono, pero no olvido, me confieso directamente con Dios, etc. Si te
dejas mirar por la mirada misericordiosa de Dios, podrás disfrutar con la
conciencia tranquila, en paz, y podrás incluso transformarte desde esos ojos
llenos de misericordia que te miran como hij@.
La confesión nos renueva
en el proceso de nuestra conversión. Este sacramento no exige listas de espera,
no requiere citas previas, siempre hay un sacerdote dispuesto para administrar
la gracia de Dios. No dejemos para mañana lo que podamos hacer hoy. Pero no
olvides, que antes, has de pedir luz, para dejarte iluminar por la Luz que te
ayuda a revisar tu vida justamente. Ánimo, tu vida quedará en paz e irradiará
paz a los demás.
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