jueves, 14 de abril de 2016

VALLADOLID CUENTA CON OBISPO AUXILIAR, DON LUIS J. ARGÜELLO GARCÍA

Saludo a la Diócesis de Valladolid




























¡Bendito sea el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo! que me concede una nueva efusión del Espíritu Santo para ser, como dice el Papa Francisco un simple y humilde trabajador de la viña del Señor. Atendiendo a su llamada y siguiendo su ejemplo, me ofrezco para servir en esta la Iglesia particular de Valladolid de la que me llama y a la que me envía para ayudar a su Arzobispo, nuestro querido Cardenal Blázquez.

A D. Ricardo Blázquez, Cardenal Arzobispo de Valladolid, deseo manifestarle desde el primer momento mi afecto sincero y el propósito de trabajar para ofrecerle la ayuda que ha solicitado al Santo Padre, pidiendo un obispo auxiliar para la Archidiócesis. Él me distinguió con su confianza nombrándome vicario general hace 5 años y, ahora, la Iglesia me pone a su lado en el ministerio episcopal para servir bajo su pastoreo a esta porción del santo pueblo fiel de Dios que peregrina en Valladolid.  Sé que voy a encontrar en D. Ricardo la cercanía y orientación que como obispo novel preciso.

Unido a D. Ricardo saludo con afecto y respeto a toda la Diócesis, a los presbíteros y diáconos, a los seminaristas, a los religiosos y religiosas, a las parroquias, movimientos, comunidades y asociaciones, hermandades y cofradías, y de manera especial en estos días, a todas las familias cristianas, que viven “la alegría del amor” en medio de sus gozos y dificultades.  Juntos recibimos la llamada a ser discípulos-misioneros, cada uno descubrimos nuestro lugar en torno a la mesa eucarística para desde ella obedecer al envío del Señor y anunciar su misericordia. Espero, con la gracia de Dios, alentar la vocación de cada uno y servir a la comunión de todos para proponer la presencia y el amor de Dios a nuestros conciudadanos.

Saludo, también, con respeto a las autoridades civiles de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, de la Provincia y de la Ciudad de Valladolid y a la ciudadanía que ellos representan. La amistad civil es imprescindible para la consecución del bien común. La Iglesia ofrece el don del que es depositaria para vincular la amistad en nuestra convivencia y trabajar por una sociedad en la que la dignidad de cada uno, la justicia y el bien común resplandezcan. Uniré mis trabajos a los de la Iglesia de Valladolid, presidida por D. Ricardo, para hacer realidad esta aspiración que compartimos.

El colegio episcopal es universal, por eso deseo hacer partícipes al pueblo de Dios y la sociedad vallisoletana de la común solicitud por otros pueblos y otras gentes, especialmente quienes sufren el empobrecimiento injusto, la violencia y persecución en tantos lugares de la tierra. En estos días el Papa con su visita a la isla de Lesbos, la puerta de entrada más importante de inmigrantes y refugiados a Europa, y la colecta en favor de Ucrania, nos recuerda una vez más el don y la llamada exigente del orar juntos “Padre Nuestro”.


Es justo volver la mirada al camino recorrido. A esta Iglesia de Valladolid le debo casi todo. Bautismo e iniciación cristiana los recibí en el seno de mi queridísima familia en las Parroquias de Meneses y Villerías de Campos de Palencia. Pero en Valladolid, en el Colegio de Lourdes y en el Colegio Mayor la Salle, maduré en la fe y conocí la anchura de la Iglesia.  La relación con diversas parroquias, San Ildefonso, San Andrés, San Mateo, con sus presbíteros y laicos,  el trabajo en Cáritas y Justicia y Paz, los viajes a Taizé, la relación con la Iglesia en Castilla, aun antes de ordenarme, con la gracia de participar en los ejercicios de Villagarcía, la participación en el aula “Malagón-Rovirosa” del MCC y tantos testimonios y encuentros con creyentes vallisoletanos y de otros lugares, fueron  abriendo mi corazón a la llamada al ministerio sacerdotal que sentí de manera irrechazable en la Pascua de 1983 en Bujedo.

El Seminario Diocesano ha sido desde entonces mi casa, primero como alumno y durante 25 años como presbítero formador. Mi recuerdo emocionado se dirige hoy a D. José Delicado, quien me ordenó y me dio múltiples testimonios de bondad y buen hacer pastoral. En estos años he sido testigo de la ordenación de casi setenta nuevos presbíteros y de los diáconos permanentes de manos de D. José y de D. Braulio Rodríguez, a quien recuerdo y agradezco su confianza y aliento, y ya por D. Ricardo en estos últimos años. He vivido la singular emoción de imponer las manos en el rito de ordenación a un sobrino. He visitado la gran mayoría de las parroquias de la Diócesis, en algunas como las de Portillo, Matapozuelos y Ventosa sustituyendo durante meses a sus párrocos enfermos. El trabajo compartido en la Región me ha regalado amigos y pasión apostólica.

Ahora he sido llamado para ser enviado de nuevo a esta querida Diócesis como Obispo auxiliar. Quiero encomendarme al Cristo de la Salud y a nuestra Madre, en sus advocaciones del Tovar y de San Lorenzo, y os pido que, en estos días en los que he de prepararme para la ordenación episcopal digáis conmigo: “Veni lumen cordium” para que sea un pastor según el Corazón de Jesús.


Luis J. Argüello García, Obispo electo Auxiliar de Valladolid y Titular de Ipagro

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