Nuestra diócesis durante todo este
año se prepara para la celebración de un Congreso
Diocesano Eucarístico, que “sirve” para vivir aún con mayor sensibilidad y
afecto la celebración del Sacramento de la Eucaristía.
Y los niños de nuestras parroquias
celebrarán, especialmente, durante este tiempo pascual, su primera incorporación
a la Mesa de Jesús el Señor.
La catequesis recibida durante los años previos, así como la educación
en la fe recibida en la familia, la parroquia y la escuela, así como lo que
ellos –desde su capacidad- van asimilando, les reserva un lugar cerca de Jesús
en la Eucaristía.
Realmente esto es lo más importante, pero ¿no estaremos exagerando en
lo que respecta a los preparativos?
Es un enorme gozo que la familia se reúna para celebrar tan grande
acontecimiento. Jesús se alegra y nos anima. Pero, ¿no confundiremos en algunos
casos, muchos, celebración con ostentación y de esta manera estemos “echando
por tierra” todo lo cultivado durante el tiempo de la catequesis? ¿Cuál es el
sentido cristiano de esta fiesta, que desgraciadamente en muchas ocasiones
culmina como una etapa en el desarrollo vital de los niños?
A veces a uno le da por soñar, porque la utopía que nos ofrece Jesús el Señor en el Evangelio es todo
un sueño, un sueño alcanzable. Pero desdichadamente lo que muchas veces –como
digo- vemos, es que el proceso para llegar a ser cristiano para muchos es una
pesadilla y lo que se desea es llegar cuanto antes a la meta (la celebración),
aunque para ello fueran necesarios los atajos.
Quizá prefiramos seguir así, no menearlo, y no proponer caminos de
renovación. Aún los números nos marcan mucho en lo que respecta a la “eficacia
pastoral”. Pero tenemos derecho, aunque solo sea, a soñar la Iglesia que Dios Padre,
unido al Hijo, nos inspira por el Espíritu Santo.
Necesitamos comunidades parroquiales amplias, sin distinción de
edades, que vivan alegres su fe y que desde ahí se sientan con el deseo de
contagiar la alegría de la fe para celebrar cada domingo el Día del Señor. La
Eucaristía es “fuente y culmen” de la vida cristiana, no podemos vivir sin la
Eucaristía, SOMOS EL PUEBLO DE LA EUCARISTÍA.
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