La cuaresma es un tiempo litúrgico
muy apropiado para la catequesis, es más todo el itinerario que se nos propone
en cuaresma está repleto de signos de cargado significado catequético.
Comenzando por la celebración que inaugura la cuaresma, el símbolo de la ceniza
nos invita a la conversión: “conviértete y cree en el Evangelio”. Poner el
corazón solo en lo material nos convierte en efímeros, “en pan para hoy y
hambre para mañana, como el polvo de la ceniza; sin embargo, creer en el Evangelio,
creer en la palabra de Jesús el Señor, vencer la tentación del tener, idolatrar
y mandar, conlleva –para un cristiano- a la propia realización personal plena.
Precisamente
el itinerario cuaresmal es una propuesta de conversión. Ya desde el antiguo
catecumenado, el catecúmeno recorre este camino para pasar de la situación de
no fe a la fe, de increencia a creencia.
Este
paso no es automático, como muchas veces ocurre en nuestros itinerarios
catequéticos, en los que simplemente por pasar un tiempo ya nos sentimos
legitimados para recibir especialmente los sacramentos de la Iniciación
cristiana. En este sentido, la catequesis, de ayer y hoy, no puede estar
supeditada a tiempos concretos, sino a la personalización del acompañamiento de
los catequizandos por parte de los catequistas.
La
cuaresma siempre será un tiempo de purificación tanto para los que están en
proceso de Iniciación cristiana, como los que ya la hemos concluido, puesto que
la Vigilia Pascual a unos les incorporará a la Iglesia y a otros nos invitará a
renovar nuestra pertenencia.
Vivamos
la cuaresma como camino hacia la cumbre pascual, este año bajo el prisma de la
misericordia, precisamente en este período somos especialmente invitados a
dejarnos iluminar por la luz de Dios, entrando en nosotros mismos, desenmascarando
nuestras sombras, dejándonos reconciliar con Dios por medio de su Iglesia.
Feliz travesía para todos. No vamos solos.
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