Este título corresponde
al lema de las últimas Jornadas
nacionales de Delegados diocesanos de catequesis, que a su vez glosa un
texto del Papa Francisco que dirigió a los catequistas con ocasión de la Jornada
de los catequistas que llegaron en peregrinación a la Tumba de Pedro para el
Año de la Fe.
“El catequista es un hombre de la memoria de Dios si tiene una
relación constante y vital con Él y con el prójimo; si es hombre de fe, que se
fía verdaderamente de Dios y pone en Él su seguridad; si es hombre de caridad,
de amor, que ve a todos como hermanos; si es hombre de «hypomoné», de paciencia
y de perseverancia, que sabe hacer frente a las dificultades, las pruebas y los
fracasos, con serenidad y esperanza en el Señor; si es hombre amable, capaz de
comprensión y misericordia”.
En
estas breves palabras del Papa Francisco se resume la identidad del catequista
de nuestro tiempo:
1.
El catequista es un hombre o mujer que se siente llamado por Dios y responde
con disponibilidad para realizar la misión que el Señor le pide. El catequista
no realiza una tarea, no trabaja como catequista, sino que es catequista que
contribuye con la misión evangelizadora de la Iglesia.
2.
Su vocación surge en una palabra que Dios le dirige, que él o ella escucha con
docilidad, y se pone en camino –como María- para reconocer y acompañar la obra
de Dios en cada uno de los que se les ha encomendado.
La
catequesis no se reduce al anuncio de la verdad que hay que creer: guía hacia
el encuentro con Jesús el Señor.
Cristo se revela al corazón de cada hombre situado en una experiencia y una
historia particular, y es allí donde la catequesis lo debe alcanzar con su
anuncio y testimonio.
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