ORACIÓN DEL CATEQUISTA
DE S. ENRIQUE DE OSSÓ
Quiero conducir a tu presencia, Jesús
a los que me has dado,
para que les HABLES al corazón,
les enamores de tu persona
y los llenes de TU AMOR.
Son la mayor parte corazones jóvenes,
que no pueden vivir sin amar con pasión.
Descúbreles QUIÉN ERES,
muéstrales TU ROSTRO,
que suene tu voz
en lo más secreto de su espíritu.
No te AMARÁN, JESÚS, si no te conocen.
Ni te conocerán,
si tu gracia
no les revela EL TESORO ESCONDIDO
de tu bondad y de tu amor.
VINISTE al mundo, Jesús,
para METER FUEGO
en la tierra de los CORAZONES
y no quieres sino que ARDAN en TU AMOR.
Ese es también MI DESEO.
Feliz día del catequista!
Se celebra el día del padre y de la madre, de los abuelos, de la mujer
trabajadora, de los hosteleros, de los maestros, funcionarios y un largo etc. ¿y
por que no el día del catequista?
En muchas diócesis y parroquias el día del catequista se celebra como una
verdadera fiesta, donde se agradece esta vocación tan específica e importante
dentro de nuestra Iglesia.
Es un día para agradecer la tarea evangelizadora, a
veces tan ardua y difícil, otras tan gratificante.
Es un día para encontrarse con
otros cristianos que comparten nuestra vocación y tarea, nuestras inquietudes
e ilusiones.
Es un día para que alrededor de la Mesa del Señor y de los
hermanos nos sintamos enviados por Dios y por nuestra comunidad a anunciar
aquello que creemos, vivimos y compartimos.
Es un momento para pedirle al
Señor que envíe “obreros a su mies”, somos muchos pero no suficientes para
tanta tarea.
Nosotros lo celebraremos hoy, a las 19,30h, en la parroquia
del Henar (Valladolid) y estará presidida por D. Luis Argüello, Vicario General de la diócesis.
Os invitamos a todos y os invitamos a que celebréis en vuestra
parroquia o arciprestazgo este día de una manera sencilla, pero
gozosa. No todos los catequistas saben algo entorno a esta fiesta. Por ello os damos pistas para conocer la figura de nuestro patrón, para
rezarle a el y como el lo hizo, para que interceda también por todas nuestras
necesidades y para que desde ahora y bajo su protección podamos vivir de una
manera más gozosa y agradecida nuestra vocación de servir al Señor siendo
testigos suyos con los niños , jóvenes y adultos a través de la catequesis.
Decálogo para el Catequista
I. Cuidar mi vocación de catequista con la oración y la formación permanente.
II. Estudiar y amar la Palabra de Dios como fuente principal de la catequesis.
III. Crecer en el amor a Cristo, a la Iglesia y a cada hermano.
IV. Desarrollar mi vida espiritual con la vivencia de los sacramentos y la
participación activa a favor de la comunidad cristiana.
V. Dar testimonio de Cristo en toda circunstancia.
VI. Trabajar en común unión con los sacerdotes y mis hermanos en la fe.
VII. Preparar con seriedad y
creatividad todos los encuentros
catequísticos.
VIII. Participar con entusiasmo en los
encuentros de formación, de oración
y de programación de las catequesis.
IX. Servir con humildad y respeto, confiando más en la acción del Espíritu
Santo que en mis méritos.
X. Revisar y purificar mis motivaciones para evitar la rutina y la autosuficiencia.
BIOGRAFÍA
Enrique de Ossó (1840-1896). Sacerdote, fundador
de la Congregación de Hermanas de la
Compañía de Santa Teresa de Jesús,
nació en Vinebre, diócesis de Tortosa,
provincia de Tarragona, el 16 de
octubre de 1840. Su madre soñaba
verlo sacerdote. Su padre le encaminó
al comercio.
Gravemente enfermo, recibió la
primera Comunión por Viático.
Durante el cólera de 1854 perdió a su madre, y en este mismo año -trabajaba
como aprendiz de comercio en Reus- abandonó todo y se retiró a Montserrat.
Vuelto a casa con la promesa de poder emprender el camino elegido, inició en
el mismo año 1854 los estudios en el Seminario de Tortosa.
Ordenado sacerdote en Tortosa, el 21 de septiembre de 1867.
Sus clases como
profesor de Matemáticas y Física en el Seminario no le impidieron dedicarse
con ardor a la catequesis, uno de los grandes amores de su vida. Organizó en
1871 una escuela metódica de catecismo, en doce Iglesias de Tortosa y escribió
una "Guía práctica" para los catequistas. Con este libro inicia Enrique su
actividad como escritor, apostolado que le convirtió en uno de los sacerdotes
más populares de la España de su tiempo.
Desde niño tuvo devoción
“Se dedicó con ardor a la
catequesis, uno de los
grandes amores de su vida”. Entusiasta por Santa Teresa de Ávila. La vida y doctrina de la Santa, asimilada
con la lectura constante de sus obras, inspiró su vida espiritual y su apostolado,
mantenidos por la fuerza de su amor ardiente a Jesús y María y por una
adhesión inquebrantable a la Iglesia y al Papa.
Para acrecentar y fortificar el sentido de piedad, reunió en asociaciones a los
fieles, especialmente a los jóvenes, para quienes la revolución y las nuevas
corrientes hostiles a la fe católica resultaba una amenaza.
Para facilitar la
práctica de la oración a los
asociados, Enrique publicó en
1874 "El cuarto de hora de
oración", libro que el autor
mandó imprimir 15 veces y
del que hasta la fecha se han
publicado más de 50
ediciones.
Su gran obra fue la Congregación de las Hermanas de la Compañía de Santa
Teresa de Jesús que se extendió, viviendo aún el Fundador por España,
Portugal, México y Uruguay.
En la actualidad la Congregación se extiende por
tres continentes: Europa, África y América.
San Enrique quiso que sus hijas, llenas del espíritu de Teresa de Ávila, se
comprometiesen a "extender el reino de Cristo por todo el mundo", "formando
a Cristo en la inteligencia de los niños y jóvenes por medio de la instrucción y
en su corazón por medio de la educación".
Sacerdote según el corazón de Dios, el Santo fue un verdadero contemplativo
que fundió en sí con equilibrio extraordinario un ideal apostólico abierto a todo
lo bueno que ofrecían los nuevos tiempos. De fe viva, no miraba sacrificios ni
oposiciones; en una época especialmente hostil a la Iglesia, anunció
valerosamente el Evangelio con la palabra, con los escritos, con la vida.
Murió el 27 de enero de 1896 en Gilet (Valencia), en el convento de los Padres
Franciscanos, donde se había retirado durante algunos días para orar en la
soledad. Vivió como apóstol que transmite la fuerza del Evangelio animada
por la comunión constante con Dios y por un amor inmenso a la Iglesia.
Su
existencia, consumida al servicio de los hermanos en una entrega sin límites,
revela que el verdadero amor de Cristo cuanto más posee a un ser lo hace más
disponible a la caridad siempre nueva y siempre colmada de quien intenta ser
reflejo de la presencia de Dios y de su amor en el mundo.
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