Una de las obras de misericordia espirituales es rezar por los vivos y por los difuntos. Y una de las notas propias de la catequesis de la Iniciación cristiana consiste en iniciar a la oración.
Estamos ya en el mes de noviembre y, dentro de nuestra cultura cristiana, este mes se caracteriza por la celebración el primer día de la Solemnidad de Todos los Santos y el segundo día por la conmemoración de los Fieles Difuntos.
En noviembre rezamos, especialmente, por todos aquellos y aquellas que nos dejaron pero no por ello les olvidamos. Cada uno de nosotros tendremos muchas experiencias, muchos recuerdos de todos ellos, y eso no se olvida, eso nunca muere. Las palabras, los consejos, las actitudes, siguen estando ahí y siguen marcando el camino.
La oración de los vivos, nuestra oración ha de ser esperanzadora, rogando al Señor por todos los que han muerto. Agradeciendo a Dios todo lo que ellos nos enseñaron, especialmente, de Jesús el Señor, de María, de los Santos, y como Todos los Santos ellos también fueron para nosotros Testigos del Señor.
Familia, parroquia, escuela, presentemos esta realidad –especialmente- a los niños con toda la normalidad del mundo. La vida y la muerte forman parte de nuestro existir. No convirtamos este tiempo en celebraciones superficiales que no ayudan a comprender el sentido ni de la vida ni de la muerte. Apoyemos nuestras tradiciones, que por ser nuestras, tienen un mayor sentido, ayudemos a los niños a comprender lo que hemos aprendido aquí y que los que ya no están nos han enseñado.
Con el Credo de nuestra fe recemos: “espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén”.
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