lunes, 4 de mayo de 2015

"A LA OTRA PARTE DEL MAR"

Estos días de la Pascua, la Palabra de Dios nos va presentando escenas del Evangelio en las que Jesús se aparece. Estoy con Ignacio de Loyola que recoge en el Libro de los Ejercicios Espirituales [299] que a quien primero se hubo de aparecer el Resucitado tuvo que ser a María, su Madre. El santo comenta que tenemos “entendimiento” para reconocer que esto tuvo que ser así. Y, precisamente, así la religiosidad popular lo ha recogido. Será en la mañana de la Resurrección cuando se presente en muchas de las plazas de nuestros pueblos y ciudades: el encuentro de María y Jesús Resucitado, que desvela a la Madre liberándole del luto, de las lágrimas; y el Hijo llenándole con esa paz que caracteriza su presencia.

No olvidemos la dimensión orante (contemplativa) de la catequesis, la importancia que tiene iniciar a la oración en la catequesis y que nosotros catequistas oremos: antes, durante y después del acto catequético.

Pues bien, una de esas escenas que la liturgia de la Palabra nos invita a contemplar estos días pascuales es el discurso del pan de vida (Jn 6). Es un texto muy extenso, lleno de contenido; la Iglesia, buena Maestra, nos lo va dosificando.

Jesús, el Señor, después de un gran discurso con motivo de la curación del paralítico de la piscina de Betesda, se adentra en el mar de Galilea para ir “a la otra parte”. Hoy, en la oración personal de este texto no he podido pasar del primer versículo: “En el punto en el qual hallare lo que quiero, ahí me reposaré” [EE 76]. El Señor de las periferias invita a todo cristiano al seguimiento, a meterse en el mar, a ir a la otra orilla sin atajos, mojándose, para repetir lo que Él hizo: “partir el pan con el hambriento,…” (Is 58, 7; cf. Mt 25, 31-46). Una vez más la escena del mar me interpela, no puedo quedar en silencio.

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