Cuando hablamos del proceso de Iniciación cristiana tenemos que tener en cuenta la realidad concreta que cada vez es más frecuente en nuestras comunidades cristianas. Por un lado, va creciendo el número de los adultos que no están bautizados o, también, que no han completado su Iniciación. Igualmente hay que reconocer que hay bastantes cristianos, que habiendo recibido en la infancia, adolescencia y juventud los sacramentos, resulta que en la edad adulta viven de una forma tibia su fe o, incluso, viven retirados de la misma. En ambos casos la vinculación con respecto a la Iglesia se vive de forma muy débil.
Ante esta realidad que se impone por sí sola, urge una propuesta catequética que tenga una respuesta concreta para estas personas.
En este sentido, la inspiración catecumenal supone hacer de la catequesis un proceso de Iniciación cristiana integral, es decir, una iniciación en las dimensiones esenciales de la vida cristiana: en el conocimiento de Cristo, en la vida evangélica, en la oración y celebración de la fe, en el compromiso misionero (cf. CC 83-85).
Realmente esta vertiente de la catequesis apunta al acompañamiento personal de cada uno de los cristianos para que su fe sea madura y puedan desenvolverse con seguridad en medio de un mundo ajeno a Dios y a su Iglesia.
Esta catequesis misionera de inspiración catecumenal consta de algunas características que ayudan a comprender el significado de lo que estamos hablando: a) Catequesis kerigmática que se apoya en el primer anuncio; b) Catequesis mistagógica que integra la fe y la vida; c) Catequesis catecumenal que invita a la comunión con Cristo; d) Catequesis diaconal que presenta la vida cristiana como servicio a las personas según el Reino de Dios; y e) Catequesis misionera que forma en el compromiso misionero para el anuncio de Jesucristo y la construcción de su Reino en el mundo.
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