Gracias, Señor, por aquellos a los que llamas a servirte como sacerdotes, encomendándoles el cuidado de su comunidad y la evangelización de quienes no te conocen. Gracias por hacerles ministros tuyos, atentos a las necesidades de todos, con afán de servir y compromiso misionero. Gracias por quienes, movidos por tu Espíritu, viven con radicalidad el Evangelio como religiosos y religiosas. Gracias por los que, con su oración comunitaria, interceden sin cesar por toda la humanidad, y por los que hacen de la actividad caritativa un testimonio de tu amor y tu misericordia. Gracias, Señor, por todas las vocaciones, que, aquí y en los territorios de misión, son signo de la vitalidad de tu Iglesia. Que la libertad y entrega de sus vidas siga mostrándonos que es bueno caminar contigo para anunciar el Evangelio por toda la tierra. Amén.
SANTA TERESA DE JESÚS
“Plega a Su Majestad nos dé a entender lo mucho que le costamos y cómo no es más el siervo que el Señor, y qué hemos menester obrar para gozar su gloria, y que para esto nos es necesario orar para no andar siempre en tentación” (Moradas II, 1, 11).
CONTEMPLACIÓN
mi memoria que es más importante, siempre, lo que Tú deseas decirme, aun en los momentos más oscuros, que todo lo que yo intento desahogar, por impulso psicológico o por la presión de las circunstancias.
Cada vez me confirmo más en que Tú siempre esperas a que me libere de mis miedos y atavismos negativos, para después percibir en lo más hondo de mí tu presencia consoladora.
Señor, ten paciencia conmigo, porque descubro constantemente que soy un poco víctima de mis ciclos eufóricos y de mi reitero quejumbroso.
Ahora, que estoy más sereno, te pido, Señor, que Tú seas siempre quien cierre la escena y me dejes el consuelo de estar juntos, aunque el encuentro lo haya provocado, una vez más, haber percibido mi debilidad.
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