lunes, 9 de marzo de 2015

GLOBALIZACIÓN


La palabra “globalización” aparece en todos los sitios, forma parte de nuestra vida ordinaria, incluso iba a decir de nuestro argot, pero no sé si llega a tanto. Sin embargo, probablemente por el uso que le damos no sé yo si llegamos a reconocer el alcance que tiene está palabra, que a veces también se usa como “mundialización”.

Hace referencia a una generalización, un intento de construir un mundo que no esté fraccionado, sino generalizado, en el que la mayor parte de las cosas sean iguales o signifiquen lo mismo.

El papa Francisco, en su mensaje para la Cuaresma de este año utiliza este término en tres ocasiones y lo usa como “globalización de la indiferencia”. 

Particularmente me ha gustado mucho esta expresión, me parece muy sutil y propia, porque el Santo Padre de lo que está advirtiéndonos es tanto del pecado estructural como del pecado personal.

Sabemos que en nuestro mundo hay estructuras de pecado como puede ser el hambre, la guerra, la prostitución, la corrupción, la esclavitud, etc. Sin embargo, nos parecen tan lejanas que tenemos la tentación de no reparar en ellas, de echar la culpa a otros. Y el Papa en este caso nos habla de cómo la Iglesia “tiende la mano” y acoge con caridad; ella es testigo, ¡haz tú lo mismo!

El egoísmo nos lleva a pensar demasiado en nosotros mismos y a importarnos poco el prójimo, nos alegramos poco de las alegrías de los demás. Sin embargo a Dios le importamos todos. Él vive el amor de modo global y personal.

Al final el Santo Padre nos invita a “superar la indiferencia”, “fortalecer los corazones” (cf. St 5, 8), trabajando el propio corazón, esto es, llamándonos a la conversión. El mayor deseo de Dios es que nuestro pecado personal quede reducido a la mínima expresión, a la Gracia de Dios.

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