Hoy pedimos a las familias que cumplan con el deber de
la transmisión de la fe a sus hijos, compromiso que asumieron al llevarlos a
bautizar. Pero detectamos que unas veces porque estas carecen de fe, otras porque
no la valoran lo suficiente o porque no la practican lo necesario, no llegan a
cumplir con dicha responsabilidad. Además, el ritmo de vida en que están
insertos, imposibilita disponer del tiempo necesario para el diálogo sereno en
familia que es el que hace que la fe se pueda ir compartiendo entre los padres
y los hijos.
Por esta razón entre todos debemos buscar nuevos
cauces que estimulen, animen y posibiliten la vivencia de la fe en la familia y
el despertar a la misma de los niños en el seno de ella. Esto puede llegar a
ser, cuando estructuremos un camino sencillo, pero posible y real, en el que
acompañemos a los padres en la misión que asumen el día que le regalan el
Bautismo a sus hijos. Abrir nuevos caminos es creer que el Espíritu Santo
camina a nuestro lado y nos ilumina para que todo pueda servir para el bien de
su Iglesia a la que el Señor le ha encomendado la misión de llevar el Evangelio
a toda criatura.
Dentro del primer itinerario que ofrece nuestra
diócesis (sin interrupción en su proceso
de iniciación) parece muy importante, dado el momento actual, no obviar o
pasar por alto tanto el Primer Anuncio como el Despertar religioso. Ambos
tienen que ver con el inicio de un camino de fe en el que la familia y la
parroquia son lugares prioritarios, aunque no los únicos, donde se habrá de
hacer un cristiano.
Tanto en la familia, como en la parroquia o en la
escuela –según las características y posibilidades propias de cada una de estas
plataformas evangelizadoras– se ayuda a los niños en el desarrollo pleno de su
ser. El acompañamiento que realizan en este proceso padres, catequistas y
profesores, se convierte en un tiempo de gracia para ellos mismos en donde
descubren o renuevan su propia experiencia de fe. No podemos olvidar que al
transmitir la fe crecemos en ella.
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