jueves, 8 de enero de 2015

"CUESTA DE ENERO"

Así es como denominan países, como España y México, a este tiempo que sigue a las Navidades. El sustantivo se convierte en adjetivo, pues en este caso lo que se califica es que enero “cuesta”.
Aunque aparentemente no lo parezca, tras los gastos extraordinarios de Navidad llegan provocadoras rebajas, que una vez más invitan al consumidor a gastar. Además todo ello queda justificado porque es la manera en que nuestra economía puede crecer.
Pero la “cuesta de enero” también nos habla de volver a empezar: tras las vacaciones volvemos al trabajo, la vuelta al cole, las madrugadas, las catequesis, las actividades programadas, la organización personal y familiar, etc. Y eso también cuesta.
Mi padre me decía de pequeño: “hijo, el cuerpo a lo que se le acostumbre”, y que razón tiene. Tras los excesos de estos días de fiestas, vienen otros en los que tenemos que ofrecer resistencia a lo que apetece.
Ahora es el tiempo de los propósitos, se multiplican las matrículas de los gimnasios, las dietas, los deseos de comenzar el año bien, dejar hábitos, etc. Y todo ello está muy bien si hay constancia, sino serán más burbujas que hacen mucho efecto cuando la botella se abre, pero una vez que pasa un poco de tiempo se irá toda la fuerza.
Los buenos propósitos deben de apoyar ideas o sentimientos hondos. En nuestro caso, como cristianos, nuestra mejor propuesta nos la hace Jesús el Señor, Él es el Verbo, “luz verdadera, que alumbra a todo hombre” (Jn 1, 9). En el Evangelio encontramos el Espíritu que nos fortalece, nos alienta, anima, alegra, etc. incluso en tiempo de “cuesta”.

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