La exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, de Pablo VI fue publicada el día 8 de diciembre de 1975, décimo aniversario de la clausura del Concilio. El documento se refiere a la cuestión fundamental que la Iglesia se plantea hoy, como es su propia capacidad para anunciar el Evangelio e insertarlo en el corazón del hombre, con convicción, con libertad de espíritu y con eficacia (cf. EN 4).
Jesús mismo es el evangelizador y el evangelio de Dios. Anuncia el reino de Dios, algo tan importante que hace que todo se convierta en «lo demás» (EN 8). Nacida de la misión de Jesucristo, la Iglesia es a su vez enviada por Él como un signo, opaco y luminoso a la vez, de la presencia de Jesucristo. El Papa añade que «la tarea de evangelizar no se cumple sin la Iglesia, ni mucho menos contra ella» (EN 16).
Pero ¿qué es la evangelización? Según Pablo VI, «evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad». Es decir, «alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de salvación» (EN 19).
Pablo VI refleja una de sus grandes preocupaciones, al afirmar que «la ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo». La evangelización exige: «renovación de la humanidad, testimonio, anuncio explícito, adhesión del corazón, entrada en la comunidad, acogida de los signos, iniciativas de apostolado» (EN 24).
Tras referirse a los medios, a los destinatarios y a los agentes de la evangelización, escribe Pablo VI que «evangelizar no es para nadie un acto individual y aislado, sino profundamente eclesial». Y, por otra parte, «ningún evangelizador es el dueño absoluto de su acción evangelizadora», y no puede cumplirla según sus propios criterios, sino en comunión con la Iglesia y sus Pastores (EN 60).
Finalmente, afirma que «no habrá nunca evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo». Con su estilo incisivo, el Papa recuerda que a los evangelizadores se nos pregunta: «¿Creéis verdaderamente en lo que anunciáis? ¿Vivís lo que creéis? ¿Predicáis verdaderamente lo que vivís?» Así pues, se impone un estilo de «sencillez de vida, espíritu de oración, caridad para con todos, especialmente para los pequeños y los pobres, obediencia y humildad, desapego de sí mismos y renuncia» (EN 76).
Uno de los pensamientos más famosos de Pablo VI es este: «Los hombres podrán salvarse por otros caminos, gracias a la misericordia de Dios, si nosotros no les anunciamos el Evangelio; pero ¿podremos nosotros salvarnos si por negligencia, por miedo, por vergüenza… o por ideas falsas omitimos anunciarlo?» (EN 80).
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