martes, 27 de mayo de 2014

Centinelas de la Vida

Voy de camino hacia la ermita de la patrona, me cuesta andar pues es una carretera y no reúne condiciones para los que deseamos estar un momento a solas con la Madre, nuestra Señora de la Peña. Mientras lo hago, recuerdo como cada mes de septiembre los honores a Ella de todo el pueblo se hacen con alegría, entusiasmo, son actos de encuentros, pues durante el resto del año, familiares y amigos esperan que llegue esa época en la que la tradición y el orgullo de las costumbres de esta tierra salen con una explosión de colorido que pocos se imaginarían.

Cada año, como agradeciendo estar uno más, las gentes se engalanan, se celebra con alborozo y satisfacción ese encuentro. El encuentro con la Madre. 

Creo que una madre guarda en cada una de sus letras que lo compone un mensaje que a veces nos cuesta leer. Ser madre es una emoción muy grande e indescriptible que Dios en su sabiduría nos dio.

El aMor que se siente desde el mismo instante que sabemos que un hijo está en nuestras entrañas, es el más puro y robusto del que se podrá sentir. Como María cuando desde el Amor a Dios aceptó con el más sublime Si, así es como una madre comienza a vivir, desde el sentido que un hijo da a la existencia de uno mismo como ser humano. Cada beso que se da al manto de una imagen de la Virgen, debe ser un beso de Dulzura ante la que siempre camina a nuestro lado para que, en el dolor sea una fuente de aliento. El acercamiento que se hace es desde el Respeto por lo que supone ser mujer portadora de vida y con unas concesiones, un paquete de virtudes, valores y destrezas que la soportan, la socorren y la fortalecen para ejercer con plenitud su loable función. No se entiende respeto sin honrar lo que ella sabe dar sin reclamar, lo que entrega sin pedir. El Encuentro con una madre es diario, cotidiano, con atención, sin tapujos, que se dejen ver sentimientos, sin cubrirlos, pues ella experimenta amor a los hijos de forma única y particular, de forma vitalicia, transparente, carente de egoísmo y de ambición personal. Por este amor la madre desafía hasta sus propias capacidades y realiza actos verdaderamente increíbles para proteger o beneficiar a los hijos.

Ser madre, es uno de los privilegios más grandes que Dios nos ha dado a las mujeres, pero requiere de mucho amor, dedicación, entrega, y estar conscientes de que es para siempre. Cuando los hijos son bebés, comenzamos a soñar con el día en que serán hombres y mujeres responsables, preparados para enfrentarse a la vida. Cuando ya los vemos universitarios, con una carrera, el deseo más común es que su felicidad la busquen de acuerdo con los principios que les enseñamos. Sin embargo lo que no sabemos hasta ese momento es que la tarea continúa, pues a esa altura ya hay relaciones complejas en la vida del que un día fue nuestro bebé. El amor es el principio y el fin de los valores humanos, es el que marca el punto de partida de las demás virtudes. Al mirar la raíz de cada enseñanza, el centro donde todas ellas convergen, es el amor. Porque amor no significa sacrificio sino donación, no significa rencor sino perdón, no significa egoísmo sino tolerancia, amor es… MADRE.

Carmen Ramos

Tordesillas-Valladolid-

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