miércoles, 14 de agosto de 2013

Ante la Solemnidad de la Asunción de María - Mercedes Navarro Puerto

María en la catequesis

Ofreceré, primero, aquellos criterios generales que, a mi juicio, deben orientar toda catequesis sobre María y, en segundo lugar, indicaré criterios específicos para catequesis según el género, las edades y las culturas.

1. CRITERIOS GENERALES. En un sentido general conviene tener en cuenta lo siguiente: María no es una idea ni una especie de diosa inalcanzable. Los evangelios la presentan como una criatura humana, que colaboró activa y libremente en el plan de Dios. Conviene, por tanto, subrayar su condición histórica, temporal y cultural frente a la ahistoricidad, atemporalidad y aculturalidad en la que, a menudo, se la presenta. Es conveniente situar a María en el contexto de los evangelios, a fin de que no se pierda de vista su condición cristiana (cf DGC 94, 95). Dentro de tal contexto es importante destacar su condición de creyente y de discípula. La catequesis, fiel al énfasis evangélico, debe colocar la maternidad de María en estrecha conexión con su fe y su libertad, sin olvidar que, según los cuatro evangelios, Jesús relativiza este rol a valores explícitamente religiosos como es el propio seguimiento.


Y, por otra parte, una catequesis debe evitar, al menos, los siguientes peligros:

a) Relacionar a María con el estereotipo de lo femenino y de la mujer. La propuesta ejemplar de María a las mujeres y varones creyentes no es una propuesta de género, sino una propuesta de fe que, en este sentido, trasciende el género. El estereotipo femenino vinculado al símbolo María incluye rasgos como la sumisión obediente, el silencio, la pasividad y la ausencia de protagonismo. Estos rasgos, entre otros, que tanto se distancian de la imagen evangélica de María, han reforzado una imagen ejemplar distorsionada, que ha tenido funestas consecuencias en la historia. Esta imagen ha reforzado en los varones la conciencia de la secundariedad e inferioridad de las mujeres en cuanto género, su explotación en favor y en función de los intereses individuales, institucionales y de género de los mismos varones. Y, en las mujeres, ha legitimado su pasividad, ha reforzado su baja autoestima y ha confirmado un permanente sentimiento de culpa ante su condición sexuada. Hoy son mayoría las mujeres que rechazan este estereotipo. La catequesis cristiana debe saber situar adecuadamente esta figura en la fe de sus catequizandos.

b) La catequesis sobre María debe evitar, igualmente, relacionar a esta con el milagrismo y el maravillosismo. La cualidad mediadora de la figura de María debe estar inserta en el misterio de la encarnación y la redención. El maravillosismo y milagrismo de que suele estar rodeada esta figura es contrario a estos misterios esenciales de la fe cristiana. La catequesis sobre María no debe enfatizar una imagen de Dios, la Virgen y los santos que esté en oposición a lo que revela la Biblia sobre el modo de actuar divino en la historia humana. La imagen milagrosista y maravillosista de María, lejos de suscitar la libertad y la esperanza activas de los creyentes, individuos y pueblos, fomenta la pasividad ante situaciones injustas y de explotación.

c) La catequesis sobre María, en fin, debe evitar presentar el dualismo que presenta a María como la cara bondadosa, femenina, misericordiosa y compasiva de Dios y a este y a Jesús, por contraste, como rostro masculino, duro y exigente. Esta oposición no solamente traiciona cuestiones básicas de la fe cristiana, sino que distorsiona la imagen de Jesús, del Padre y de la misma María. Aunque no es fácil hacer frente a nuestra manera de pensar y concebir la realidad en oposiciones dualistas, herencia de unos a prioris occidentales, la catequesis sobre María debería intentar resistir a estas y otras proyecciones.

2. CRITERIOS DIFERENCIALES. 

a) El género. En lo relativo al género habría que tener en cuenta algunas cosas. En general, cada uno de los géneros tiene una historia de recepción y proyección psicológica específica en relación con la figura de María. Esta historia se acentúa en las zonas latinas de tradición católica, tales como el área mediterránea y las naciones latinoamericanas. El catequista o la catequista deben tener en cuenta este trasfondo. Su formación mariana o mariológica debe prestar especial atención a toda esta problemática.
Los varones, en concreto, y célibes en particular, suelen proyectar en María una figura idealizada de lo femenino, fuertemente vinculada al símbolo de la madre, dentro de la propia cultura, y a la experiencia concreta de la propia madre. Por extensión y generalización (en sentido psicológico), la figura de María se relaciona con el resto de las mujeres concretas que, en tal red, siempre pierden. Está relacionada, además, con los procesos individuales y culturales por los que el varón accede a su identidad masculina. Sería deseable que los catequistas varones exploraran sus propias vivencias y que las catequistas mujeres estuvieran al corriente de estos procesos.
Las mujeres, en cuanto género, se encuentran en una situación más diferenciada. Muchas creyentes del área católica mediterránea y latinoamericana repudian la imagen tradicional de María porque se opone a sus luchas y conquistas psicológicas, sociales y religiosas. En particular, esta imagen obstaculiza en ellas una búsqueda más positiva y activa de la propia autoafirmación, de la corporalidad y de la sexualidad. Muchas otras mujeres, por otro lado, acuden a María por necesidad psicológica de una imagen poderosa con la que identificarse y conseguir protagonismo, ayuda, comprensión. Esta identificación, sin embargo, es compensación vicaria de carencias tan duras y endémicas como las producidas por la propia explotación social, familiar, laboral y, sobre todo, emocional. A menudo, se trata de una compensación de la propia experiencia materna, negativa para las hijas. En la base de numerosos fenómenos de apariciones se encuentran experiencias como las mencionadas.
Una catequesis responsable sobre María requiere de sus catequistas más que una mera información de estas y otras cuestiones. Una responsable catequesis sobre María, como ocurre en todo lo relativo a la transmisión de la fe, pide a sus catequistas y educadores o educadoras una formación bíblica y una exploración de sus propias experiencias de género, a fin de evitar, en lo posible, las consecuencias negativas y deformantes de las propias experiencias personales y culturales. Si toda la catequesis se presta a tales proyecciones, la de María podría decirse que es privilegiada en este sentido. Pocos elementos de la fe cristiana se prestan tanto a las proyecciones inconscientes y a las deformaciones doctrinales como la imagen de María.

b) Las edades. En lo relativo a las edades podríamos señalar algunas cosas. En los primeros años, es decir, de los 2 a los 9 ó 10 años, es muy difícil separar, en general, la imagen de María de la imagen de la madre propia y de las mujeres de la propia experiencia familiar y escolar. Mucho más difícil resulta diferenciarla de la imagen cultural y simbólica de lo que se entiende por madre y por mujer en el propio contexto. Catequistas y educadores deben tener en cuenta tal contexto y procurar presentar una imagen de María que no resulte anacrónica, por un lado, pero que se atenga a los datos fundamentales de la fe, por otro. En este sentido, es preciso tomar conciencia del desfase existente entre la imagen femenina que, con frecuencia, presenta todavía la Iglesia acerca de María, y la imagen de mujer que emerge más y más en nuestra cultura occidental. Debe evitarse presentar una imagen sexista, racista y clasista de María.
En estos años, de acuerdo con los criterios presentados al hablar de la necesidad de ofrecer una catequesis narrativa, es adecuado plantear las catequesis sobre María bajo la forma de relatos más que como discursos argumentativos. Relatos evangélicos donde los niños aprendan a ver a María dentro de su cultura, en el proceso de la fe y en el camino del discipulado y de la pascua. Es un buen momento para relacionar a María con los relatos del Antiguo Testamento en los que pueden encontrarse figuras, acontecimientos y esquemas literarios en los que percibir relaciones, similitudes y diferencias. De esta forma, los niños aprenden a situar a María en el evangelio, junto a Jesús y los discípulos, y les resultará más fácil situarla dentro de la Iglesia. Se debe prestar especial atención a las fiestas en las que se celebran explícitamente los dogmas marianos y aquellas otras en las que, como ocurre en la navidad, la figura de María es especialmente relevante.
Catequistas y educadores deben cuidar las necesidades afectivas y emocionales que suelen aparecer vinculadas a María y si, por una parte, deben evitar fijar a María en el plano de los afectos y emociones, por otra, deben aprovechar la disposición afectiva de los niños para centrar adecuadamente a María. A este respecto debemos destacar la importancia de las celebraciones litúrgicas.
En la adolescencia no resulta extraño encontrar mayores dificultades en chicos y en ciertos grupos de chicas para aceptar la figura de María como punto de referencia en sus procesos de fe.
En los chicos destaca con cierta fuerza la idealización. María suele ejercer un rol referencial, idealmente proyectado, de lo femenino. Por una parte, parece que se aleja más de la figura materna propia, pero, por otra, aparece más generalizada en su simbolismo femenino. Muchos chicos, sin embargo, no prestan atención a esta figura, en particular si durante la infancia ha estado marcada por el afecto y la emoción. La ambivalencia con respecto a la propia infancia se expresa, también, en la ambivalencia con respecto a María, puesto que esta evoca dicha infancia de una manera especial.
En las chicas, como ya decíamos al hablar en general, se dan dos procesos diferenciados según los grupos y las experiencias existenciales individuales. 1) En uno, María se convierte en la figura femenina adulta de referencia: esa mujer que toda adolescente necesita mirar para aprender a ser una mujer. El carácter proyectivo de la figura de María se presta bien a este rol. La chica, de este modo, acude a ella como a su confidente, su modelo, su referencia afectiva, su conexión con la infancia... ya que tal rol no es habitual que lo realice la madre propia. Una catequesis cristiana y responsable sobre María debe aprovechar estas necesidades y tendencias como canales positivos y presentar a María con aquellos rasgos evangélicos que ayuden a las chicas a ser ellas mismas, a crecer en la fe y a situarse, como María, en la línea del discipulado evangélico. Bien presentada, María tiene muchos y ricos trazos que estimulan a las chicas en el crecimiento humano y cristiano. 2) Pero hay otro grupo, sobre todo si las chicas provienen de medios familiares y catequéticos más tradicionales, que verán en la figura de María una especie de conciencia de culpa continua, en particular si las muchachas se encuentran en los conflictos propios de la etapa, en particular los que tienen que ver con la autoafirmación y con el descubrimiento de la propia sexualidad. La imagen de María les va a resultar negativa o, por lo menos, indiferente o irrelevante, si no se acierta a comprender los problemas de la etapa y a presentar a María según los rasgos fundamentales del evangelio.
Jóvenes y adultos encuentran otras posibilidades y escollos en una catequesis sobre María. Quienes hayan sido formados en una fe tradicional se resistirán con mucha fuerza a cambiar la imagen de María, que piensan es inofensiva y, sobre todo, que está especialmente pegada a la infancia. Desbaratar algunos rasgos se presenta, para muchos adultos, como una amenaza sobre pilares y recuerdos infantiles. Muchos hombres y mujeres, consciente o inconscientemente, se niegan a crecer y madurar en la fe respecto a María. Las contradicciones que se palpan, con frecuencia, suelen ser muy grandes: un racionalismo y empirismo en el ejercicio de la propia profesión y una disposición acrítica e irracional, por ejemplo, ante el fenómeno de las apariciones. Una catequesis adulta sobre María debe tener un cierto carácter iconoclasta a este respecto, aunque, evidentemente, derribo y nueva construcción deben hacerse a la par y, estratégicamente, lo más adecuado sería construir directamente una nueva, atractiva y más evangélica figura de María, que desplace la antigua y caduca construcción.
Uno de los escollos que encontrará un catequista de adultos y jóvenes será el relativo a la virginidad de María. Si se elude se estará dando alguno de estos mensajes concretos a los catequizandos: «esto no es importante»; «mejor no tocar un tema tan delicado»; «no sé cómo tratarlo». Una catequesis de adultos y jóvenes se verá en algún momento ante la necesidad de abordar este tema. Para ello, los catequistas deben prepararse. No puede adoptarse esa postura, autoritaria a priori, con que a veces se aborda: «esto es lo que hay, si lo quieres como si no». Si los dogmas de la fe siguen vigentes deben poder explicarse, y su lugar adecuado no es sólo la facultad de teología, sino la catequesis. Si un dogma no ayuda a vivir la fe, entonces es que sobra, o que no ha adecuado su sentido a su formulación, o que se ha dejado perder y morir... Con dogmas marianos como el de la virginidad de María puede ocurrir lo segundo: en una sociedad que ha cambiado tanto en lo que a comprensión y ejercicio de la sexualidad se refiere, el sentido del dogma no se adecua a su actual formulación.
En la catequesis de adultos y jóvenes, como en el caso de la catequesis de infancia y adolescencia, es importante para los catequistas controlar los sesgos sexistas, racistas y clasistas, que se cuelan sin darse cuenta en formulaciones, explicaciones, selección de relatos, expresiones.

c) Las culturas. Los estudios de antropología cultural, aplicados a la Biblia y a otros elementos de la fe, así como los resultados de investigaciones sociológicas y de psicología social, han puesto de manifiesto tanto las diferentes sensibilidades culturales con relación al fenómeno de María en el catolicismo, como la dinámica social y psicológica por la que este fenómeno se explica.
Una catequesis sobre María que sea responsable y cristiana debe prestar especial atención a estas dos orientaciones, la que se refiere a la inculturación y la que tiene que ver con lo sociológico y psicológico. Esta catequesis debe conocer la importancia de la figura de María en pueblos y regiones en donde se ha hecho una con la cultura y la historia de su gente. La religiosidad popular ha ido, a menudo, de la mano de la devoción a María. La catequesis debe aprovechar estas vías como verdaderos recursos. Lo mismo podría decirse de la necesidad de grupos y pueblos de expresar la fe con el cuerpo y con las emociones y afectos. Devolver a María al evangelio no tiene que estar, necesariamente, en contra o en desacuerdo con estas características. En la cultura occidental tendemos, por un extraño complejo de superioridad, a minusvalorar las expresiones religiosas de otras culturas, como pueden ser las de los pueblos andaluces o las de algunos pueblos latinoamericanos, en favor de unas expresiones poco afectivas y mucho más racionales. La distancia crítica necesaria a la praxis de fe, tanto individual como colectiva, aunque utiliza la racionalidad, no depende de ella, como solemos creer ingenuamente. La figura creyente, evangélica, discípula, de María, no está, necesariamente, en contradicción con las expresiones culturales y afectivas en que vivimos y transmitimos la fe en ella. Cada lugar e Iglesia concreta debe explorar sus posibilidades y sus riesgos. La catequesis, desde luego, debe tener en cuenta los resultados de tal exploración.


Mercedes Navarro Puerto

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