Fue un día muy bonito, en el Seminario Menor Diocesano de Palencia, donde nos encontramos catequistas -de la diócesis -tanto del mundo rural como de la ciudad- con su obispo, D. Esteban, a la cabeza.
La tarde comenzó con la acogida a la puerta del seminario, una sencilla oración, presentación por parte de María Lourdes del encuentro, exposición de la charla, trabajo breve por grupos y celebración de la Eucaristía-Envío del Catequista.
Presentamos, solo la introducción a la charla:
Que alegría tan
grande poder compartir con vosotros este día del catequista. Jornada en la que
una buena parte de los catequistas de Palencia os reunís el día de Nuestra Señora del Pilar para
reflexionar en torno a la fe, fundamental en el quehacer catequético y sobre
todo para sentiros enviados a cumplir la misión que os ha encomendado el Señor
para su Iglesia particular de Palencia y en medio de este mundo.
Ayer, junto a la
Iglesia Universal, celebrasteis la apertura del año de la fe, que como dijo el
papa en su carta Porta Fidei, este
año “será una buena ocasión para introducir a todo el cuerpo eclesial en un
tiempo de especial reflexión y redescubrimiento de la fe” (PF 4). También, como
sabéis, el domingo pasado en Roma se celebró una solemne Eucaristía en la
explanada de San Pedro con motivo de la inauguración de la asamblea del Sínodo de
los Obispos cuyo tema trata sobre la
Nueva Evangelización para la transmisión de la fe. En la misma celebración fueron
agregados al grupo escogido de doctores de la Iglesia: San Juan de Ávila y
Santa Hildegarda de Bingen. Ambos son prototipo de la llamada universal a la santidad (cf. LG 39-42) que todo cristiano
recibe y que es clave de la evangelización de ayer, hoy y siempre.
“Los santos son
los verdaderos protagonistas de la evangelización en todas sus expresiones.
Ellos son, también de forma particular, los pioneros y los que impulsan la
nueva evangelización: con su intercesión y el ejemplo de sus vidas, abierta a
la fantasía del Espíritu Santo, muestran la belleza del Evangelio y de la
comunión con Cristo a las personas indiferentes o incluso hostiles, e invitan a
los creyentes tibios, por decirlo así, a que con alegría vivan de fe, esperanza
y caridad, a que descubran el gusto
por la Palabra de Dios y los sacramentos, en particular el pan de vida, la
Eucaristía”[2].
¡Cuántas cosas
que celebrar!, ¿verdad? Los cristianos tenemos sobrados motivos para dar
testimonio de la alegría de nuestra fe. Es la alegría interior de la que hablamos,
pero se desea una alegría contagiosa que no tiene nada que ver con una risa
contagiosa; hablamos –más bien- de lo que en términos ignacianos se denomina
“consolación”; moción que viene del buen espíritu, viene del mismo Dios.
Además, los catequistas
somos de lo mejor que tiene la Iglesia, ¿para qué negarlo? La Iglesia confía
mucho en nosotros, de nosotros se espera mucho; los catequistas tendremos que
ser buenos entusiastas desde la llamada que hemos sentido, para contagiar
aquello de lo que estamos convencidos y porque lo estamos, lo anunciamos, pues
el Señor quiere servirse de nosotros para Él mismo proclamarse en todo el
mundo, especialmente en esta parcela de Palencia.
Y habéis elegido
la festividad de la Virgen del Pilar, y me sirve a mí como argumento para respaldar,
precisamente, de lo que os he venido a hablar. Por un lado la importancia de la
fe, como fundamento de nuestra identidad y vocación; y, por otro, que la fe es
la premisa necesaria para la autoevangelización y la nueva evangelización.
Ved, por tanto,
en mis palabras la transmisión de la fe: el testimonio de un cristiano que
pretende responder al amor del Señor y a la vocación a la que –junto a
vosotros- he sido llamado. Es decir, más que una charla pretendo dar una
catequesis en la que voy a tratar de explicar de la forma más sencilla posible
cómo la fe es fundamento para la Nueva Evangelización. Y como la una sin la
otra, no puede ser. Y hablo de catequesis, sí, porque voy a transmitir la
experiencia con la que creo (fides qua)
y os expondré en la que creo (fides quae),
que no es una fe hecha a mi manera, sino la que me han transmitido otros como
vosotros y que con el paso del tiempo ha ido configurando una imagen de Dios y
una manera de oración, que brota de la misma fe de la Iglesia que rezamos en el
Credo y que explica el Catecismo de la
Iglesia Católica, cuyo vigésimo aniversario acabamos de celebrar.
Para ello voy a
partir de la sencilla enumeración de unos antecedentes que responden a un
momento social, cultural y religioso por el que estamos pasando, especialmente
en occidente. Un tiempo en el que Dios también se nos está haciendo presente, en
el que está hablando, es un tiempo en el que la Iglesia ha de ver todo un reto,
un desafío, para la evangelización hoy. No es un tiempo para echarnos las manos
a la cabeza, quejarnos de la poca respuesta que hay para todo lo que nos
esforzamos y tirar la toalla. A continuación voy a expresar la importancia que
tiene la fe para un creyente y, especialmente, para un creyente catequista.
¡Ojo!, no debemos dar por obvio nada, ¿eh? En nuestras parroquias hemos tenido
algunos catequistas que les sobraba buena voluntad pero les faltaba lo
fundamental. A veces damos por sobrentendida la fe. Asimismo, quisiera,
también, decir una palabra sobre la misión del catequista en la Iglesia y el
mundo. Y, al final, me gustaría terminar como he empezado: ¿por qué la fe es
“pilar” para la Nueva Evangelización?
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