Hasta hace unos
años nuestra diócesis contaba con una Escuela de Fo
rmación de Catequistas por
arciprestazgo, y eso que había más arciprestazgos que en este momento. Gracias
a Dios, aún quedan algunas escuelas. El sentido de la formación del catequista
es fundamental e imprescindible para nuestra misión como catequistas. Nosotros
muchas veces estamos anhelando formación, así lo recogemos en muchos encuentros
que tenemos, pero “del dicho al hecho, hay un trecho”. Nos cuesta salir de nuestro
ambiente y el Papa nos pide que seamos catequistas “en salida”. Salgamos de
nuestra rutina y del “más de lo mismo” para encender el corazón en el Amor a
Jesús para que desde ese fuego podamos encender otros corazones y vidas que
pululan por la vida sin destino o, como se dice tanto ahora, sin acompañamiento.
Hace
poco oí a un catequista decir “necesitamos la formación como el comer”, es
verdad, y la necesitamos a nivel integral: ser,
saber y saber hacer. Pero quizá sepamos muchas cosas, pero nos cuesta darlas
vida. Quizá nos centremos mucho en el hacer y en el cómo entretener, en el programar,
en el distribuir tareas y en el organizar, y nos falte el apasionar, el
comunicar al resto de los miembros de nuestras comunidades que ellos también
son responsables de la Iniciación cristiana de los catecúmenos (“En comunidad
nos iniciamos y perseveramos en la fe”); sentirnos corresponsables en la misión
evangelizadora de la Iglesia. Quizá queramos abarcar todo el tema y resulta que
notamos que aprenden poco, y es que los niños se quedarán, especialmente, con
el trato que les hayamos dado y con aquellas vivencias, tan nuestras, que les
hayamos contado.
Los catequistas debemos esforzarnos en hacer más
atrayente la catequesis y la vida de la Iglesia, para que los que se acercan a
nuestras parroquias no solo se lleven una buena acogida sino especialmente una gran
impresión, en el sentido de grabar (impresión) la vida de Jesús el Señor y su
amor por Él. Que como ocurría con los primeros cristianos: cuando nos vean los
demás quieran ser como nosotros, porque nuestra vida-en-Dios seduce y anima.
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