miércoles, 24 de abril de 2019

ENCUENTRO REGIONAL DEL CATEQUISTA - BURGO DE OSMA - 4 DE MAYO



PASCUA

Jn 20, 19-31

En Pascua se nos invita a ahondar en nuestra fe. Eso tiene sus riesgos y posibilidades. Algunos quedan atrapados en la perplejidad, la eterna duda, esperar algo espectacular ajeno a la armoniosa y cotidiana luz del encontradizo de  Emaús… 
La Pascua nos compromete. Comulgar es tocar el costado de Cristo. Es recibir, nada más y nada menos, que su Corazón. Esto no nos puede dejar igual. Conmueve y renueva, despierta y nos pone las pilas. Seamos Iglesia esperanzada o Iglesia convaleciente, la eucaristía nos permite entrar en la dinámica de la vida del Resucitado y su compromiso con los más excluidos. Si no tenemos estos días el corazón cerca de Sri Lanka, mal asunto.
Y es que la Pascua es mucha Pascua. Sigamos disfrutando de las escenas que nos regala el Evangelio.

Dibu: Patxi Velasco FANO
Texto: Fernando Cordero ss.cc.

martes, 23 de abril de 2019

RESUCITÓ


Por fin llegamos a nuestro destino: Jesucristo, nuestra Pascua, ha resucitado. Mereció la pena andar este duro camino, como la vida misma, para llegar hasta aquí y encontrarnos como comunidad cristiana que celebra con alegría que Jesús, el Hijo de María, ha resucitado. La Iglesia se llena de gozo porque la vida ha vencido a la muerte y la esperanza llena la faz de la tierra y hace todas las cosas nuevas.
Precisamente esa es ahora la señal: la alegría, además de la fe, la esperanza, la caridad que nos hará estar más cerca los unos de los otros, que nos ayudará a ponernos en el lugar del otro, en muchas ocasiones habremos de ver el rostro del Señor en los crucificados de este tiempo, habremos de ver el Señor cada vez que nos crucifiquen o que sintamos el peso de la cruz.
            Es el tiempo de la fe y de las obras, de la confianza y del compromiso, no nos resistamos a la Resurrección del Señor, no paremos el reloj de la historia, en palabras del Papa Francisco a los jóvenes: nos encontramos en “el ahora de Dios”. La Historia de la Salvación comenzó hace muchísimo y en la noche de la Pascua nosotros la recogemos ampliamente, agradecidos de que Dios se haya hecho presente en todos los momentos de nuestra vida, no en unos momentos más que en otros, no solo cuando las cosas nos sonríen o parece que nos van bien, no en la Pascua menos que en la Semana Santa.
            Por favor, no busquemos a Cristo en el sepulcro, que no permanezca su persona como muerta en nosotros, busquemos al que es Camino, Verdad y Vida en medio de los que vivimos. Alegrémonos porque esto es así, no nos dé miedo esta nueva situación; Cristo no es un fantasma, es nuestro Dios y hombre verdadero, que el Padre lo ha resucitado de entre los muertos. Resurrección a la que nosotros estamos llamados, por eso, por favor, vivamos nuestra fe y alimentémosla constantemente: orando, hablando con el Señor como un amigo habla con otro amigo, enseñando a orar a vuestros hijos, es más, orando con ellos, participando de la Eucaristía más que oyendo Misa, animando con nuestra alegría y nuestra presencia a otros a optar por la fe en el Señor y su Iglesia, celebrando los sacramentos, viviendo como Dios manda.
            Demos cuenta de lo que hemos visto y oído, con alegría, con profundidad, con certeza. En el encuentro del Resucitado con sus discípulos, con las mujeres, con seguridad, también con su Madre, nos manifiesta su paz, no hay porqué tener ya miedo y nos indica un legado: id y anunciad, el Reino de Dios que Él nos proclama cada Domingo en el Evangelio.

jueves, 18 de abril de 2019

HOMILÍA MISA CRISMAL - PAPA FRANCISCO

El Evangelio de Lucas que acabamos de escuchar nos hace revivir la emoción de aquel momento en el que el Señor hace suya la profecía de Isaías, leyéndola solemnemente en medio de su gente. La sinagoga de Nazaret estaba llena de parientes, vecinos, conocidos, amigos... y no tanto. Y todos tenían los ojos fijos en Él. La Iglesia siempre tiene los ojos fijos en Jesucristo, el Ungido a quien el Espíritu envía para ungir al Pueblo de Dios.
Los evangelios nos presentan a menudo esta imagen del Señor en medio de la multitud, rodeado y apretujado por la gente que le acerca sus enfermos, le ruega que expulse los malos espíritus, escucha sus enseñanzas y camina con Él. «Mis ovejas oyen mi voz. Yo las conozco y ellas me siguen» (Jn 10,27-28).
El Señor nunca perdió este contacto directo con la gente, siempre mantuvo la gracia de la cercanía, con el pueblo en su conjunto y con cada persona en medio de esas multitudes. Lo vemos en su vida pública, y fue así desde el comienzo: el resplandor del Niño atrajo mansamente a pastores, a reyes y a ancianos soñadores como Simeón y Ana. También fue así en la Cruz; su Corazón atrae a todos hacia sí (cf. Jn 12,32): Verónicas, cireneos, ladrones, centuriones...
No es despreciativo el término “multitud”. Quizás en el oído de alguno, multitud pueda sonar a masa anónima, indiferenciada... Pero en el Evangelio vemos que cuando interactúan con el Señor —que se mete en ellas como un pastor en su rebaño— las multitudes se transforman. En el interior de la gente se despierta el deseo de seguir a Jesús, brota la admiración, se cohesiona el discernimiento. 
Quisiera reflexionar con ustedes acerca de estas tres gracias que caracterizan la relación entre Jesús y la multitud.
La gracia del seguimiento
Dice Lucas que las multitudes «lo buscaban» (Lc 4,42) y «lo seguían» (Lc 14,25), “lo apretujaban”, “lo rodeaban” (cf. Lc 8,42-45) y «se juntaban para escucharlo» (Lc 5,15). El seguimiento de la gente va más allá de todo cálculo, es un seguimiento incondicional, lleno de cariño. Contrasta con la mezquindad de los discípulos cuya actitud con la gente raya en crueldad cuando le sugieren al Señor que los despida, para que se busquen algo para comer.

viernes, 5 de abril de 2019

SINTONIZAR CON LA HUMANIDAD DE JESÚS EL SEÑOR

         En este tiempo en el que nos acercamos al Triduo Santo –pasión, muerte y resurrección del Señor- la Iglesia nos sugiere sintonizar con los sentimientos de Cristo, tal y como recoge la tradición cristiana, por ejemplo, en el ejercicio del Viacrucis.
         Los catequistas de Iglesia en Castilla hemos podido tener la oportunidad de contemplar en la oración cada uno de estos misterios de la vida de Jesús el Señor, misterios de nuestra fe, en los Ejercicios Espirituales que hemos vivido en el Centro Diocesano de Espiritualidad del Corazón de Jesús en Valladolid.
         A través de la aplicación de todos nuestros sentidos podemos contemplar cada una de esas escenas como si se tratase de una película cuyo director somos nosotros mismos. Por ejemplo:
         Ver lo que ocurre, haciendo uso de la vista imaginativa. Eso lo podemos encontrar en el texto del Evangelio, que siempre podemos recrear con otros pasajes, también de la Palabra. Para ello nos pueden ayudar los textos de cada día. ¿Cómo es el escenario en el que se representa cada secuencia? ¿En quién me veo representado?
         Escuchar qué se dice. ¿Quién lo dice? ¿Cómo lo dice? ¿Cuántas veces lo dice? ¿Con qué actitud? ¿Qué digo yo?
         ¿A qué huele?Ciertamente, ¡la creatividad al poder! Depende qué pasaje, si es exterior o interior, en un lugar o en otro, producirá un olor distinto.
         Saborearsi hay posibilidad de hacer, ¿a qué sabe esto o lo otro?
         Así como hacer uso del tacto: el rostro de Jesús, los vestidos, el suelo, el abrazo, el beso, las lágrimas, etc.
         Todo ello, como si presente me hallase en el lugar de los hechos, con la intención de afectarme por la persona de Jesús el Señor; compadeciendo con Él, en “comunión con Cristo” (DGC 80; CT 5), fin de la catequesis, siendo uno más con Él y, así, servirle en medio de este mundo. Todos, también los catecúmenos, estamos llamados a esta experiencia fontal de la vida cristiana: “para que siguiéndole en la pena, le podamos seguir en la gloria”. 

miércoles, 3 de abril de 2019

EJERCICIOS ESPIRITUALES PARA CATEQUISTAS - IGLESIA EN CASTILLA

“TUS HERIDAS NOS HAN SANADO” 

            El pasado fin de semana un grupo de treinta catequistas de la Región del Duero – Iglesia en Castilla, tuvimos la oportunidad de pasar un fin de semana junto al Señor. Para ello utilizamos el método de San Ignacio de Loyola, los Ejercicios Espirituales
            En estos tiempos que corren y que queremos estar a la última en todo, también en lo que respecta a la formación, los medios que utilizamos, los instrumentos y recursos; estaría muy bien caer en la cuenta que al catequista lo que le conviene cultivar –en primer lugar- es su ser, su interior, pues ahí es donde se favorece el encuentro con Aquel que a través de sus heridas nos ha curado. 

            La catequesis tiene como objetivo último la comunión con Cristo, es decir, que aquellos que están en el proceso de conversión que conduce a la fe, sean uno con Jesús el Señor. Para ello, el catequista habrá de ser maestro y testigo de esta realidad.
            Pues nada mejor que comenzar por uno mismo.