martes, 3 de julio de 2018

UNA PROPUESTA DE LOS MÁS HONESTA


            Todos sabemos, que hoy más que nunca, el seguimiento de Jesús el Señor, se propone y no se impone. A nadie se le obliga a hacer nada que no quiere. Sin embargo, los catequistas, en las parroquias, podemos observar muchas veces que los padres perciben el proceso de conversión que conduce a la fe, como una actividad más y pocas veces como la vivencia fundamental para un cristiano. Incluso el tiempo en el que los niños están en la catequesis pudiera vivirse como una etapa por la que hay que pasar para recibir un sacramento.
¿Por qué sucede esto? ¿Cómo puede responder la Iglesia a esta sociedad tan cambiante? ¿Qué nos falta para poder inflamar espiritualmente tanta indiferencia y compromiso? ¿Cómo hacer la propuesta de la fe sin herir sensibilidades? ¿Cómo recuperar la esperanza mucho más allá de los números que la primera comunidad cristiana también experimentó, por ejemplo, en el pasaje de la pesca milagrosa (cf. Lc 5, 1-11)?
Sentimos la necesidad de reivindicar la esencia de nuestro ser cristianos. Somos una comunidad cristiana en la que todos hemos de sentirnos corresponsables de la misión evangelizadora de la parroquia. Cada uno de nosotros tiene que encontrar su lugar como miembros de esta parcela de la Iglesia Universal, pues “todos somos necesarios, nadie es imprescindible”. Necesitamos que los papás de los niños se comprometan más con su parroquia desde el primer momento en el que comienzan el itinerario de la fe de sus hijos. Quizá esa creencia dormida por la falta de alimento con el paso de los años, pueda revitalizarse con encuentros vitales no solo organizados por los párrocos y los catequistas, sino con la involucración de los mismos padres, pues ellos saben lo que mejor puede caer, sin edulcorar el mensaje central de la evangelización (kerigma).
Está claro que hay algo que se contagia, algo en lo que insiste mucho el Papa Francisco, “la alegría de la fe”. Pues, aunque vivimos un cambio cultural, no es el momento para anhelos, sino para entusiasmarse, para potenciar el celo apostólico, sin dejarse llevar por los números, para nadar contracorriente, para no dejarse llevar por la inercia dominante, para no aburguesarnos religiosamente y vivir como siempre sin cambiar nada ni a nadie dejándose llevar por la acedia, etc. 
Sinceramente la realidad que tenemos delante está llena de retos y oportunidades, aprovechémoslas porque Dios mismo nos las brinda.

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