miércoles, 11 de julio de 2018

ORDEN SACERDOTAL

El pasado 24 de junio, Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista, pude disfrutar de la ordenación presbiteral de mis nuevos compañeros: José Raúl, Jaime Pablo y José David. El primero destinado a la diócesis de Lichinga en Mozambique y los otros dos para la nuestra. Damos gracias a Dios porque nos da pastores conforme a su Corazón. Así se lo pedimos y así lo mostramos, también, en la catequesis.
A todos ellos les esperan comunidades cristianas donde podrán realizarse en cuanto a la vocación a la que han sido llamados, y ellos generosamente han dicho sí públicamente, para ser ministros del Señor. Ciertamente ya lo eran, pues el Señor los eligió y los ungió con el óleo crismal en el día de su bautismo, igualmente volvieron a recibir esta efusión espiritual el día de su confirmación, también cada vez que recibieron al Señor en la Sagrada Eucaristía, así como el sacramento de la confesión, incluso al recibir la bendición como ministros de la Palabra y del Altar, y, sobre todo, por el orden diaconal. Pertenecieron al sacerdocio bautismal y ahora por la imposición de las manos del Obispo y demás sacerdotes, así como por la crismación del Obispo, se convirtieron en miembros del sacerdocio ministerial.
Nuestros hermanos en el ejercicio de su ministerio habrán de pensar más en beneficio del prójimo, más que en el suyo propio. No se servirán, servirán; mucho menos se servirán de su sacerdocio; pues a él llegamos sin ningún mérito propio y, como tantas veces nos advierte el Papa Francisco cuidado con “trepar” en la Iglesia. 
Ellos presidirán comunidades cristianas en las que animarán uno de los servicios esenciales en la misión evangelizadora de la Iglesia como es el ministerio catequético del que se nutre el itinerario de la Iniciación cristiana.
Me gustaría terminar aludiendo brevemente a nuestros pastores en aquella ceremonia. Entre otras cosas, oí a nuestro Cardenal Arzobispo decir, al final de su homilía, haciendo alusión al consistorio en el que el Papa Francisco fue elegido, que “todos nos acordemos de los pobres, pues en el corazón del Evangelio están los pobres, tratemos con ellos”. No olvidemos nunca que Cristo pudiendo ser rico, eligió la pobreza y así hay tantos santos que la han podido abrazar como a una madre. Y, nuestro Obispo Auxiliar y Rector del Seminario, también, le oí decir: “no tengamos reparo en proponer a los jóvenes el sacerdocio. Hay vacantes que hay que rellenar”. Desde el punto de vista de la catequesis, como proceso de conversión que conduce a la fe, habremos de ayudar a discernir el seguimiento concreto de aquellos que desean amar y seguir a Jesús el Señor y ser Testigos de Él en medio del mundo de hoy.

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