Jesús el Señor vive y vive para
siempre. Esta es la experiencia que motiva nuestra esperanza. No es una simple convicción
sino toda una profesión de fe. El encuentro con el Resucitado no permite
moralmente tibiezas, sino que obliga, también, moralmente al compromiso con Él
y con su proyecto de vida (cf. Mt 5, 1-11).
En
un primer momento el testimonio que nos transmiten aparentemente los discípulos,
después de la muerte de Jesús, es triste, desesperanzador, etc. Sienten por un
lado que aún viven anclados en el pasado (cf. Lc 24, 13-25), sufren el
desarraigo y la ausencia de su Maestro y, por tanto, echan de menos sus hechos
y palabras. Pero Jesús, el Viviente, se hace presente en medio de sus labores,
igual que cuando sintieron la llamada (cf. Mc 10, 21), y ellos le reconocen
Resucitado.
Los primeros cristianos
se distinguían por sus buenas actitudes (orar en común, compartir sus bienes,
la fracción del pan, etc.) y, por ello, eran la envidia de sus contemporáneos.
Vivían al aire de Jesús, de lo que les inspiraba el Espíritu de Jesús Resucitado.
Eran felices y vivían con alegría su ser Iglesia.
Así a lo largo de la
historia de la Iglesia se nos han ido transmitiendo de generación a generación
esta experiencia pascual. Y, todo, gracias a que Dios está vivo y, por medio también
de la catequesis, se nos muestra cómo creer en Él, cómo vivir a su aire, cómo
celebrarle y cómo hablar con Él. Desde chiquititos (despertar religioso) hemos podido recibir en la familia las primeras
nociones y mociones al respecto, conforme íbamos llegando a la edad de la razón
(aproximadamente los siete años) nuestros padres nos presentaron a la comunidad
cristiana, así fuimos conociendo e introduciéndonos en este gran Misterio de
nuestra fe. Así fuimos dando pasos en este itinerario que nos llevó de la
increencia a la creencia, hasta dar el paso del testimonio afectivo y efectivo
de quien amamos y deseamos servir en el prójimo.
Jesús vive y, los
cristianos, también, de esta hora, debemos dar tiempo para que Él se encuentre
con nosotros, y nosotros con Él. Necesitamos dar tiempo para estar con Él,
crecer en amistad con Él y que nos haga vivir.
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