Queridos amigos concluye la Pascua con la solemnidad de Pentecostés, en las
segundas vísperas del domingo de Pentecostés soplaremos el Cirio Pascual y habremos
dado por terminada la cincuentena pascual. El Cirio lo devolveremos al
baptisterio donde será prendido para la celebración de los bautismos y,
también, las celebraciones de las exequias o funerales; pues unos y otros nos
recuerdan de dónde venimos y hacia dónde vamos: por la gracia bautismal
emprendemos un camino de discipulado, amigos del Señor, y lo hacemos hasta la
vida eterna, ni tan siquiera la muerte recorta este andar, puesto que Cristo
vive para siempre y en Él tenemos puesta la esperanza de vivir siempre junto a
Él.
En Pentecostés nació la Iglesia, el
Señor vio madura a la primera comunidad para continuar su obra sin su presencia
física, nosotros muchos años después seguimos con el testigo que recogieron los
primeros, se nos pide que seamos eslabones fuertes.
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