domingo, 28 de febrero de 2016

EL CATEQUISTA, CENTINELA DE LA MEMORIA DE DIOS



La palabra "centinela" nos habla de un oficio; el centinela es el que vigila, el que salvaguarda una tarea encomendada. Esto mismo se puede decir del catequista. Dios le encomienda que custodie la memoria de Dios, que sea fiel al depósito que ha recibido. El catequista tiene como misión transmitir la fe, exponer el Credo de la fe que no es de ahora, sino que es viejo, pertenece a la tradición de la Iglesia.

La memoria de Dios nos recuerda, el Papa Francisco, es reconocer la obra de Diso en el Misterio de la Salvación, una gran historia que abarca mucho tiempo. No es una memoria que lleva cuentas del mal, al contrario nos ayuda a descubrir la gran misericordia que Dios ha tenido con su pueblo a lo largo de la historia.

El catequista nos refresca la memoria de Dios y nuestra propia memoria, proque trae ante nuestros sentidos la presencia de Dios que se nos manifiesta unas veces como silencio, como Misterio, como Sagrado, etc. pero también como encarnado en la historia concreta que nos corresponde vivir.

La memoria de Dios es infinita y recopila la historia personal de toda la humanidad, de ayer, de hoy y de siempre. En Él quedan grabadas nuestras vidas y quedan con nuestros mejores recuerdos. Y al verlos, Dios se alegra, sufre, comparte, se compadece humanamente.

El catequista guarda feliz memoria porque no olvida las experiencias vividas por él mismo, en primera persona, el recuerdo fortalece la memoria y especialmente la repetición del encuentro diario con el Amado, capaz siempre de recordar los mejores momentos de la juventud.

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