miércoles, 30 de septiembre de 2015

LA “AFICIÓN” DE JESÚS


            Ahora que ha vuelto a comenzar la liga española de fútbol y que todos los aficionados están entusiasmados por seguir a sus equipos, me recuerda a la similitud que puede haber entre la afición por un equipo y la afección por Jesús.

La mayor parte de los aficionados no pueden acercarse quincenalmente a los estadios para acompañar a sus equipos; algunas veces por motivos económicos, otras por el tiempo y otras porque también se pueden seguir sin estar físicamente presente. Pero ciertamente, no es lo mismo ver el partido a pie de campo, viviéndolo uno mismo, a que nos lo retransmitan aunque los medios sean muy buenos.

Los cristianos, igualmente, tenemos la oportunidad de concentrarnos semanalmente, cada Domingo, en el templo como “afición” de Jesús. 

De la misma manera que un “hincha” está deseando que llegue el día en el que su equipo juega, y se atavía con toda clase de ropa que lo distinga claramente a quién defiende; los cristianos nos reunimos en la iglesia, con nuestras mejores galas: el testimonio alegre de nuestra fe, la participación activa en la celebración y en la vida de la parroquia, orando, cantando, en actitud amable y acogedora con respecto con los que comparto cuerpo y también con los que se acercan esporádicamente.

Sin embargo, que triste sería que el equipo jugara sin seguidores, con las puertas cerradas, sin poder escuchar el ánimo de la afición a través de cantos y expresiones varias, que raro no poder oír ni tan siquiera algún que otro reproche humano, etc. Qué triste sería ver nuestras iglesias vacías o cerradas, como con afición pero con poca afección. 

Ciertamente en el estadio no todos animan al mismo equipo, pero nosotros sí: escuchamos al Señor para que nos ponga cada día en el terreno de juego y juguemos limpiamente, corporativamente, “parando el balón, mirando alrededor y pasando al compañero”. La Iglesia es un equipo que se entrena diariamente con “Jesús entrenador”, a través de: la oración, la escucha atenta de la Palabra, la catequesis, la formación permanente, la celebración de los sacramentos, queriéndonos y apoyándonos, contando con todos los jugadores que “juegan” el partido cada Domingo en la Eucaristía. Por favor, como familia, desde niños, no salgamos al terreno de juego sin entrenar, aunque perdamos por goleada.

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