
Gracias,
Catequista, por tu vocación, por tu compromiso. Gracias por dedicar tu tiempo y
tu persona a transmitir a otros no sólo lo que se puede aprender en los libros,
sino, sobre todo, tu experiencia de fe.

Gracias,
catequista, por tu paciencia, por hacer oídos sordos al desánimo que tantas
veces amenaza con el abandono.
Gracias
por tener siempre una nueva idea para enseñar de la forma más accesible.
Gracias por hacerte como niño con los niños para enseñarles a vivir su amistad
con Jesús.

La
verdad es que la lista de agradecimientos sería interminable. Sólo GRACIAS.
Sigue ahí!

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